Hay instintos más profundos que la razón.
Arthur Conan Doyle.
Aquel verano contemplé por primera vez su mirada. Desde ese preciso instante, sus rodillas fueron lo que inmediatamente desee contemplar. La pena o la gloria, es que desde entonces sólo me alimento de su alma. Nunca adivino, sólo intuyo poquito bien.... pero advierto que por última vez aquella extraña lluvia se nos llevó, la mirada en el alma.
Las rodillas quietitas, prietas, clavadas..haciendo un círculo... donde no hay imaginación, no hay horror. Donde los instintos duermen, la razón ronca.