Me voy unos quince días de vacaciones. Por fin.
Por una vez no voy a meter unos cuantos miles de kilómetros entre el sitio a visitar y mis problemas del laboro. Este año no, me quedo cerca. Y os lo cuento para daros envidia, si puedo. Y porque tengo tiempo, algo que ha sido muy escaso últimamente. Eso que os beneficia, así no tenéis que leer mis chorradas.
Hotelito con encanto. O encanto de hotelito. O, por la clavada que me han metido, encantado de robarle en mi hotelito. Pero me han prometido que mantendrán mi tono alcohólico habitual, y eso, aún no lo saben, es un dispendio, pura ruina, irá a cargo del que está encantado de tenerme en su hotelito con encanto. Como veis, todos encantados, ya veremos quien ríe el último. Y no, no me voy a Cuenca.
He preparado una agenda de lo más ocupada y que me ha ocupado los últimos días. Quince jornadas ociosas dan para mucho.
Las excursiones. Serán agotadoras: de la habitación a la piscina, de la piscina al bar, del bar a la piscina y así, sucesivamente, unas 15 veces al día. Agotado por el ejercicio, ordenaré al barman, a partir del último viaje, que sea el quien los realice, no todo va a ser deporte. Se que mi cuerpo se deformará, cual Nadal, brazo derecho hiper musculado y también las piernas, que no dudo terminarán temblando. Ya compensaré a mi vuelta.
Y aprovecharé para visitar lo mejor de diversos parajes. Tengo pensado libar néctares de La Rioja, Ribera del Duero, Penedes, Somontano, Priorato, en fin, lo que se tercie, que dicen que con mesura, es beneficioso. Claro que la mesura es un concepto abstracto, por lo que espero aquilatarlo bien.
También cubriré el campo internacional, daiquiris, mojitos, gin tonics, maltas, que dicen que visitar otras culturas y empaparte de ellas, nunca mejor dicho, da mucha experiencia. Todo sea por convertirme en un hombre de provecho.
Y se que será duro, muy duro. Porque quince días así no los aguanta cualquiera, que uno ha de estar en muy buena forma física. De ahí mi barriga cervecera, apta para tratar cualquier mejunje.
Y estoy en la seguridad que todo será beneficioso. Cambiaré la circulación de antibióticos en mi sangre por la de alcohol. El mejor de los desinfectantes. Luego ¿como va a ser malo el 40 grados servido en un bar si el de 96 grados, mucho peor, se vende en farmacias? Hasta en la Biblia tratan el asunto.
Y poca cosa más. ¿Qué me he dejado el sexo? ¿Sexo, dices? ¿Eso que hace sudar, siempre quedas en ridículo y que un par de horas después te duele la espalda? Pues eso, que sude tu santo padre y que le duelan a el las lumbares, ¿o no te he contado que me voy de vacaciones? Tú si que tienes mala leche.
Hasta la vuelta.