Podría explicarlo con mis pobres palabras, hoy he leído mucho sobre la final disputada ayer del Mundial de Clubes, no me interesa tanto la final en si, sino el significado de la trayectoria de un equipo cuyo estilo ha impactado en todo el mundo. De manera sorpresiva me he topado con un gran artículo en el diario Marca y quría compartilo con vosotros.
Ganarlo todo: un sueño. Ganarlo todo con el club al que amas desde que eres un niño: un sueño doble. Ganarlo todo con el club al que amas desde que eres un niño siendo su máximo responsable técnico, el autor que firma el proyecto: un sueño triple e insuperable. Pep Guardiola ha logrado en un año y medio como entrenador en el fútbol de primer nivel lo que nadie ha conseguido en extensísimas carreras. Es un superdotado, la respuesta a la aplicación de la inteligencia superior al fútbol. Un valiente que se atrevió a apostar de entrada por dos jugadores de tercera división pese al enorme salto que hay entre una categoría y otra. Perdió en Soria y empató en casa ante el Rácing, lo tacharon de iluminado y no se echó para atrás. Perseveró, confió en sus ideas, nunca dudó. Y no es casual que su camino hacia las seis copas esté repleto de remontadas en partidos clave: el 2-6, la final de Copa, Stamford Bridge, Abu Dhabi... Sólo tendrás fortuna si nunca te rindes. Sólo serás una leyenda si consigues lo más difícil: creer en ti sin creerte nada. Poseer seguridad sin convertirla en prepotencia. Conjugar confianza y humildad. Fe en los compañeros y respeto al rival. Competitividad máxima y deportividad impoluta. Y la gran clave: impermeabilidad ante el elogio, una lucha feroz contra la complacencia. Leer artículos beatificantes y levantarse pronto de nuevo la mañana siguiente porque queda mucho por hacer. Renunciar a los homenajes porque hay un rival que estudiar y una hora de viaje es una hora que no se invierte en conocer los puntos débiles que te harán ganar. Olvidarse de la victoria de ayer para volver a desear la victoria de mañana con la misma sed, pero sin olvidar que todo lo que se hizo bien ayer te hará fuerte para mañana. Y tantas cosas.
Nunca he sido hincha del Barça y probablemente nunca lo seré, porque estas cosas no se cambian de la noche a la mañana. Pero nunca he estado tan cerca de apreciar toda la filosofía del club, todo su buen gusto, todas sus virtudes, como en esta época de Guardiola. Crecí con el dream team de Cruyff en todas partes a mi alrededor, sufrí al conjunto de Rijkaard ganándole al Arsenal de mi admirado Wenger en la primera final de Champions a la que acudí como periodista. Creaciones maravillosas, pero lejos de la perfección de esta. Tantos ejemplos de obras de arte: contra el Lyon, contra el Bayern, contra el Manchester United. Parecieron equipitos. Y eran equipazos. Y se dirá que si Iniesta no la manda a la escuadra no hubieran sido seis, sino tres. Y será verdad. Y hoy probablemente yo no estaría escribiendo esto. Y es así, y es lamentable que sea así. Elogiamos a este Barça por sus resultados, pero deberíamos ser capaces de elogiarlo también por su ideario, más allá de que un balón concreto entre o no. Me hice la promesa, mientras ganaba Estudiantes 1-0, de homenajear a este equipo maravilloso de Guardiola aunque terminara perdiendo en Abu Dhabi. Al final ganó y todo parece tener más sentido. Y lo tiene, claro, porque se juega para ganar. Otra gran virtud de Pep: pese a ser tan purista en el estilo como los más puristas, siempre ha sabido a diferencia de algunos de ellos que la esencia de la competición es la victoria. Cuando se pierde, si se ha hecho bien, se acepta. Y no se destroza nada, se acepta. Si se gana, se disfruta. Se disfruta, se llora, se vuelve uno loco y piensa en su infancia y en sus amigos y en su familia y en todo lo que quiere en el mundo. Como hoy.
Y sí, la derrota estuvo tan cerca. Sabella se reveló como un estratega fantástico. Fue asombroso presenciar el dispositivo táctico de Estudiantes. Cómo cuando un lateral subía a juntarse con los centrocampistas, el otro se quedaba en el fondo y se dibujaba una perfecta línea de cuatro. Cómo todo el conjunto basculaba, iba y volvía, ahogaba y desgastaba. Cómo por momentos conseguía hacer realidad el objetivo siempre que se juega ante el conjunto del toque trascendente: hacer que su toque sea intrascendente. Le salió todo bien: Boselli, ese rematador espectacular al que no asustan las finales -más bien al contrario, se crece-, ganó un cabezazo bárbaro, uno más. Le pregunté al Lobo Carrasco por este punta al que él entrenó en el Málaga B y me contestó que, siendo muy diferente, le hacía pensar en Santillana. Me pareció una osadía, pero Mauro demostró en Abu Dhabi que puede ser un atacante de enorme futuro. Volverá a Europa, seguro. Por momentos recibimos la necesaria cura de humildad. Somos unos necios despreciando el fútbol latinoamericano, dedicándole tan poca atención, y yo el primero. Tantos talentos que se van y aún así siguen peleando y poniendo en las máximas dificultades a los equipos que en Europa nos parecen imbatibles. Estuvo tan cerca Verón de emular a su padre... Pero un partido es eterno, y más cuando has corrido tanto, y más cuando juegas ante el Barça. Es tan fácil que llegue el error, que alguien se duerma en la marca, que un lateral no regrese... Sucedió. Sucedió y luego vimos a Guardiola llorar. Sucedió y empezamos a darnos cuenta de que hemos asistido desde el principio a la creación de una leyenda.