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Mujeres Buenos Aires: [EXPERIENCIA] Barbarita de selfiescort
Autor: Profe tumbero
Categoria: Escorts Mujeres
Aviso:
Esta es una experiencia que si no te gusta leer, te vas a la tablita donde resumo la experiencia. La narración que hice no es apta para cualquiera. Entiendo que no te interese, que no te importe.
La niña publica en:
http://selfiescorts.com/escort/escort/barbarita-2/Tabla:
Onda: 10. Se me cayó dinero y me avivó. Siempre risueña, de gran dulzura su forma de expresarse y sus modismos.
Cuerpo: 8 – 9. Tiene físico tipo modelito. La comparo con IWIA, Ivy o Eva Strauss se parecen de cuerpo (de cara ni un poco, ojo). También podría compararla con Melanie Ríos (Melanie Jane), aunque la forma de los senos no se parecen tanto y tampoco de rostro, pero si las piernas y su vientre. Tiene unas piernas delgadas preciosas y una cola hermosa.
Cabellera: Con reflejos rubios, pero yo que la conocí de castaño le queda mucho mejor el color original.
Servicio: Es tipo novia, dulce. No da ni ahí tipo guarra.
Besos: Si, y para mi juzgarla me resulta jodido. Sus besos me encantan, porque le tengo mucho cariño, pero no es una gran besadora. Lo siento nena, si llegás a leerlo.
PT. Lo hace sin, es bueno. Ocho. No es HEF.
Cola: Creo que sí. No hice uso jamás, pero esto hay que agregar un plus monetario.
Honorarios: 500 $ la hora.
Relojea: No, de eso se encarga la 840.
PV: Tucumán 8%%. Microcentro.
Perchero: como con el chinchón, menos diez
Ahora, si no te pone molesto el tener que razonar, sino te abruma el sondear un mar de letras, si querés aceptar mi invitación a meditar, vamos, seguime. Esa es mi idea, veamos si lo logro. Veamos qué te parece. Para mi cobra dos sentidos. Por un lado de catarsis y por el otro como ejercicio intelectual.
Se puede ser gatero y ser bohemio. Puede convivir perfectamente los gustos por el sexo pago y por la cultura. Además acaso ¿no son las mujeres bellas una obra de arte de la naturaleza?.
Remontar la decisión de redactar la que fue mi última experiencia con esta señorita, es muy difícil. Por un lado, no quiero que me acusen ni de 840, ni de promotor de la misma, menos aún que me vaneen pensando que busco sacar alguna suerte de rédito, por bucear en mis recuerdos para encontrar elementos que puedan servir de ayuda a los colegas. Sin embargo, todo lo que mencioné no es nada, es verdaderamente difícil por el agrio sabor que en mi me deja el pensar de que sea la última.
Como mencionara en varios apartados, mi visión sobre esta señorita dejó de ser objetiva; por ende, si bien la redacción de la experiencia es bien intencionada, hay que tomarla con pinzas. Para ser claro, tomen los elementos que le parezcan apropiados de mi experiencia, aunque dejo bien claro que no agrego nada de mi cosecha para hacerla quedar bien. Si bien, el cariño que siento por ella es inmenso, como en todas las experiencias que he subido seré totalmente honesto. Y, al ser honesto, deberán disculparme, también deberé ser honesto conmigo mismo y con mis sentimientos. ¿Qué contrasentido sería decir que trato de ser honesto, cuando no lo soy conmigo mismo?.
La experiencia es de la primera quincena de febrero. La había reservado telefónicamente para casi última hora. Yo no estaba pasando por un buen momento anímico en ese momento y respecto a ese punto, ella tenía noción de mi problema.
Al llegar, la señora recepcionista me llamó por mi nombre y me solicitó que la siga, para llevarme a un cuarto, en el cual me dejó solo. A ese cuarto había ingresado para cruzarlo para acceder al baño; sin embargo, no le había prestado nunca mucha atención. Me detuve a contemplarlo en silencio, mientras en el cuarto de al lado, un colega era atendido. Sobre un costado había una camilla, hacia la pared enfrente de la puerta de ingreso un colchón de ua plaza tirado en el piso. Sobre la pared, unos adornos circulares espejados que me llamaron la atención y un equipo de audio que reproducía una música absolutamente anodina. Esperé con un sabor agridulce. La ansiedad de ver a Barbarita se mezclaba con un dejo de enojo. Al rato ingresó ella, vestida con un body de lencería de color rojo y con el pelo recogido. Se acercó, me abrazó, me dio un beso y me pidió que “la aguante”.
La verdad es que mi enojo pudo más y no entendí la situación. Le hice un reclamo amablemente: “¿te parece mi amor de que me atiendas en este cuarto?”.
Ella me aclaró lo que resultaba obvio. “No voy a atenderte acá, por eso te pido que me aguantes a que se desocupe un cuarto adonde te pueda atender como te merecés”. Luego, de que me abrió la cabezota, se retiró diciéndome de que me venía a buscar cuando un cuarto se desocupe.
Claro, era obvio, ahí caí. Los años no vienen solos, vienen con facturas para pagar de años anteriores.
Pasaron varios minutos y me vino a buscar la recepcionista que me llevó al cuarto que posee una ventana al pulmón de manzana. Era un día hermoso y, a pesar del horario, un caudal de luz inundaba aún el cuarto. Una vez adentro, lo de siempre: “Barbarita ya viene” y procedió a cerrar la puerta corrediza sin darme tiempo a poder girar y hacer algún ademán como respuesta.
Busqué con la mirada el perchero pintado en la pared y para mis adentros pensé “a quién se le pudo ocurrir semejante tontería de pintar un perchero y no colocar uno que si sea funcional”. La esperé vestido y entró ella. Siempre sonriente, haciendo gala de su dulzura. Intercambiamos algunas palabras y procedió a preguntarme cuánto tiempo me pensaba quedar. La miré fijo y se rió: “¿una hora como siempre?”.
“Claro”, respondí secamente para agregar: “pensé que ya lo sabías”, mientras sacaba el dinero de mi ropa. Ella lo tomó con la derecha, mientras que con la izquierda señaló el piso advirtiéndome lo siguiente: “XXXX (mi nombre verdadero) se te acaba de caer dinero”. Lo alcé y eran varios billetes con la grafía de don Julio Roca. Le agradecí el gesto y, a la par aproveché a mirar el regalo que le brindaba su retirarse a mis retinas; su caminar felino y sensual.
Al regresar, ella a sabiendas del tema que me tenía atribulado, me consultó si ya estaba resuelto.
¿De qué manera debería responderle?. ¿Cuál es la respuesta correcta?. ¿Cómo y qué debía explicarle?. ¿La verdad?. ¿Cuál verdad?. ¿Existe una verdad?.
De ser honesto, debería decir la verdad, lo cual significaría quedar demolido en llanto sentado en el borde de la cama ante el estupor y desasosiego de ella. Indefectiblemente me habría derrumbado como la noche en alta mar. Decir la verdad habría implicado que, de manera inexorable, ese momento de candor mágico que ella es capaz de generar se desvanezca violentamente. No era justo.
Cómo explicarle que muchas veces la victoria es una derrota. Cómo encontrar los argumentos que sostengan mis sentimientos que el llegar a determinadas situaciones, aunque uno salga airoso, es un triunfo que duele. Cómo describir el desgarro que se siente en el alma, cuando uno debe reencontrarse con lo más sagrado que se tiene dentro de un tribunal. Cómo decir que uno, habiendo ganado, ya no es el mismo, que está derrotado, que envejeció siglos a causa de la amargura.
No importa el haber ganado.
No, miento. Miento, porque también importa y mucho. La cuestión es que para alcanzar esa victoria, el alma se corrompe, al igual que los pilotes de los muelles que quedan horadados por los pelecípodos que se adhieren a ellos, al igual que la plata se opaca por el óxido. Uno queda devastado, al igual que un campo de batalla tras el silencio de las armas. Nada es igual después de esto.
¿Cómo expresar lo qué uno piensa respecto al daño ocasionado a lo que uno debiera tener el más alto deber moral, que es el de brindarle protección?. ¿Se podrá explicar los sentimientos que provocan el sólo pensar en ese daño?. ¿Cómo explicar que ese destino, que ese mundo de sin razón marca y que genera una impronta?.
Yo no puedo explicarlo. No tengo un vocabulario lo suficientemente rico para hacerlo. No tengo capacidad suficiente para narrar de manera cabal, los sentimientos que se manifiestan. Yo no puedo hacerlo; jamás podría.
Cuando era pequeño, como cualquier niño le consultaba a mi padre sobre cosas de la vida. Explicar la miserabilidad del mundo de los adultos a un niño, es algo difícil e incluso considero que es alterar el candor de la mente de un pequeño. Mi padre frecuentemente me respondía, acompañado de una sonrisa o de un rostro adusto, con la siguiente frase: “Hay cosas que hasta que no se viven, no se saben”.
En mi inocencia de niño, esa frase me resultaba una suerte de artilugio, una manera de escapar por la tangente con la finalidad de evitar brindarme una explicación acabada. Una estratagema para responder sin responder. Debo confesarlo, en ese entonces me molestaba porque me sentía que me iba con las manos vacías y que mi padre no se tomaba el tiempo para atenderme.
La vida, con sus meandros insondables, me llevó a reencontrarme muchos años más tarde de manera accidental con esa frase paterna. Esto ocurrió en los labios de un ignoto cantante en un café de Santiago de Cali, formando parte de la letra de “Ausencia Sentimental”, un vallenato colombiano de Rafael Manjarrez de donde seguro mi padre la extrajo para hacerla suya. No sólo me reencontré con esa frase, sino que la re signifiqué. La comprendí, y al hacerlo, valoré la inteligencia de mi padre después de varias décadas de fallecido. Entendí que él, con tan solo una frase, me transmitía de manera resumida una enorme sabiduría. Comprendí que mi padre me respondía, pero me salvaguardaba del mundo de los adultos cuya miserabilidad destruye la ingenuidad de los niños. A su manera, me protegía y me enseñaba.
Algún día me tocará pasar a formar parte de la inmensa mayoría, para lo cual cruzaré la gran frontera. No sé cómo será esa vaina, pero sé que trataré de reencontrarme con mi padre para decirle que al fin entendí su mensaje. Y también decirle algo que aprendí: sobre algunas cosas, mejor morir siendo ignorante.
Esas dos ideas que me sembró el devenir de los años, las coseché para responderle a Barbarita. No le expliqué nada, me limité a decirle escuetamente el resultado: “Me dieron un régimen de visitas y la obligan a que lo respete”.
“Me alegro mucho. ¿Ya estas mejor?”. Una vez que dijo esas frases me abrazó, colocando sus brazos sobre mis hombros. Sonreí y le mentí. Le respondí que sí. Y en mi mentira, la estaba protegiendo. De algunas cosas, mejor morir siendo ignorante. No se puede explicar todo, hay cosas que solo el que las vivió, es idóneo para comprenderlas en toda su dimensión. Y, además, ya hay demasiado sufrimiento.
La recosté y me aboqué a ella por largo tiempo. Luego ella se volcó a practicarme un muy buen oral (con). Luego se subió y me demostró –le toqué su orgullo en otra oportunidad- un buen manejo de la cadera, bastante bueno para una argentina. No obstante, el profe no estuvo a la altura de las circunstancias. Los avatares de la vida hicieron mella y repercutió en el rendimiento.
Nada de eso importa, me refugié en su dulzura para aliviarme de mi dolor. Me dejé llevar por sus besos, sentirme como un niño por momentos entre sus brazos y sentirme como hombre entre sus piernas.
Usé su calidez como un bálsamo para mi alma, sus caricias que me ayudaron a olvidar, al menos por un momento mi victoria pírrica. Me ayudó a mitigar mis penas. El momento de estar junto a ella fue como un oasis en el desolado desierto, como una tregua en la guerra. Me permitió disfrutar de lo hermoso de la vida, aunque no tanto como lo que había conseguido días antes dentro de un correccional.
Fuente: http://www.escortsxp.com/foro/escort...-new-post.html
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