-
Respetado CURA ANDRES
Ahora en serio. Resulta reconfortante para un pecador muy preocupado por su salvación como yo, el que un representante de mi fé participe en un foro como este. Es más, creo que como buen cura, puede ayudarme (por no utilizar un término más imperativo).
Verá ud., soy un creyente que aspiro a mi salvación aunque los pecados capitales quebrantan frecuentemente mi voluntad y no puedo evitar caer en ellos. Como mi avanzada edad me hace un firme candidato a "traspasar" a corto plazo, siempre que decido pecar invito al Padre Custodio para que una vez consumado el pecado, me confiese inmediatamente y evitar así el riesgo de presentarme ante San Pedro en estado impuro. Pero últimamente, cuando voy con alguna señorita de las que fuman he tenido que prescindir de su compañía tras una vivencia que más adelante relataré.
Cuesta soportar, aún resultando repelente, verle comer y, además no admite ni consejos para refinarse. Me costó pagarle tres langostas el que llegará a entender que no se ha de comer las cáscaras.
Pero hace unos seis meses pasó algo que fue definitivo para que tuviera que prescindir de sus servicios y asumir el riesgo de fenecer en pecado cuando voy de juerga con damas de pago. Y eso me inquieta de tal forma que algunas veces he padecido "el gatillazo" pensando en que tras consumar, no podría confesarme hasta un buen rato después y, consecuentemente, sin redimir mi pecado con el cumplimiento de la penitencia impuesta.
El Padre Custodio, como su nombre indica, siempre me había acompañado. En comilonas, en borracheras y en bacanales de sexo. Para lo último, al ser yo una persona tímida resolvimos que alquilaría dos habitaciones. En una de ellas se alojaría la dama. En la otra, el Padre Custodio y yo. Para justificar la comisión del acto y exteriorizar la tentación, queda pactado que una vez ella esté preparada llamé a nuestra habitación y me incite verbalmente, explicando las guarrerías que me va hacer, para que yo sucumba a pesar de haber intentado mantener mi pureza.
Siempre funcionó. Yo era tentado por ella, sucumbía y a los pocos minutos estaba confesándome y cumpliendo penitencia para salir limpio por la puerta del Hotel. La última vez la chica no entendió algo tan sencillo como es tal requerimiento y erróneamente, en vez de llamar, se presentó al llegar al Hotel en nuestra habitación mientras yo estaba duchándome. Desde aquel día me resulta imposible mirarle a la cara ya que no puedo evitar que, si lo hago, me venga a la mente aquella cara de pasión y desenfreno que ponía cuando salí de la ducha y los pillé a él manoseándole los senos, con la sotana levantada y ella escarbando y mordisqueando su entrepierna.
Huérfano de padre confesor, considero su aparición por estas lares una bendición y, permítame, le propongo que sea el substituto del padre Custodio acompañándome para confesar cada uno de mis pecados.
-
Permisos de Publicación
- No puedes crear nuevos temas
- No puedes responder temas
- No puedes subir archivos adjuntos
- No puedes editar tus mensajes
-
Reglas del Foro