Os trato de usted, Srta. Emma porque en el infierno nos obligan a mantener el orden, la disciplina y la educación. Si no me quiere obsequiar con alguno de sus (es un suponer, porque, ejem, nunca los he probado) dulces y apasionados besos, es usted muy libre de hacerlo, que para eso son suyos.
Tal vez ya debería saber que lo único que puede ganar conmigo son unos sabrosos dulces con sabor a chocolate. Y no me de ideas sobre qué puedo hincar o no en ese precioso culete que usted tiene.
Besos (sin azufre, paqueveas!)