La llamas cochina…
A esa bella mujer, que alza su pierna al cielo mostrando orgullosa su enpalominado bullate.
A esa diosa que esta cumpliendo con su trabajo. Que se mantiene al pie del cañón, consciente de la irremediable y evidente adversidad.
Después de una noche de kebabs, mojitos, sexo anal, y vete a saber cuantas inconfesables cosas mas, esa luchadora, esa tía con un par, le planta cara a la ciclogénesis intestinal derivada de su excesivo comportamiento.
Ni los retortijones, ni el atronador sonido de sus tripas recolocando materia y gases la desvían un milímetro de su obligación.
“Soy Cheerleader. Tengo un equipo al que animar, y ninguna tormenta fecal de domingo por la mañana va a impedir que cumpla con mi obligación.”
Y ahí la tienes. Levantando la pata mas alto que ninguna. Dándolo todo.
Ni la punzante resaca, ni la evidencia de que la toxicidad acumulada de una noche de excesos se abre camino a través de su inmaculado culotte níveo, le hacen perder la sonrisa.
El tufillo es delator, el rictus de estupor en los rostros de sus compañeras… evidente.
Dejarlo todo e ir rauda a buscar alivio seria la primera opción para la mayoría. Ella ni lo contempla.
“Ya llegara el momento de obrar. Ahora estamos a lo que estamos”. Solo eso le pasa por la mente.
Cumplió con su trabajo, animó a su equipo durante todo el partido, esfínter prieto, mantuvo la posición hasta el final. Su equipo ganó…
Gracias a ella? No lo se.
Inspirados por ella? Probablemente.
Un ejemplo, una inspiración, un monumento, un espejo en que mirarse, unos valores, una abnegación. El trabajo cumplido.
Y tu la llamas cochina…