No oliba, yo no era, acuérdate que le diste las señas de tu placentero encuentro al otro, el de más allá. Me habré perdido algo digno de ver, seguramente. Pero tu cara seguro que no, puesto que habrá estado colocada apuestamente entre tan hermosas tetas, tratando de inhalar los latidos del corazón, que seguramente iba más veloz que un corcel.
Pero es igual, mándame a Trave, con toda su artillería, dulce o salada. No se si sobreviviría a tamañas Termópilas anunciadas, pero como el mismísimo Leonidas hizo grabar en la piedra, hay que morir para obedecer las leyes.
Solo un favor te pido: antes, déjame echar algún otro vistazo inquisidor a esta vida.
Gracias por tu amigable bienvenida.