El prínicpe Peter.
Todas las mañanas, el príncipe Peter salía a ver el Sol sobre el bosque. Bufi, su amigo, lo acompañaba.
Juntos se sentaban en la tapia de abajo del jardín y, con las piernas colgando, miraban al Sol.
El Sol les daba los buenos días:
-¡Buenos días Peter!; Buenos días Bufi.
-¡Buenos días, Sol!.- saludaban los dos amigos y, luego, se reían los tres.
Pero una mañana, Peter se puso a jugar con su pelota de colores, en el salón del trono, Bufi, llegó, cogió la pelota y dijo:
-¡Es mía!
Peter, fue derás de él, corriendo y gritando:
¡No! ¡Es mía!
Y así se pasaron, toda la mañana, corriendo y gritando por todas partes.
Cuando el Sol llegó al jardín, los encontró agarrados a la pelota y tirando de ella.
-Buenos días, Peter. Buenos días, Bufi- dijo el Sol.
Pero ellos no oían nada de nada y seguían gritando: -¡Mía, mía, mía!
El Sol se fijó entonces en la pelota y pensó que, quizá, el también la quería, así que intentó cogerla.
Como el Sol es tan caliente, al tocar la pelota, ¡PUM!, la pelota explotó.
Peter y Bufi, cayeron al suelo y se pusieron a llorar, estuvieron llorando y llorando, al menos, media hora.
El Sol no lloraba, pero estaba avergonzado, había roto el juguete...
Entonces, Peter, muy bajito, dijo:
-¡Buenos días, Sol!
Y el Sol le respondió:
-¡Buenos días, Peter. Buenos días, Bufi.!
-¡Buenos días, Sol!- saludaron los dos amigos y, luego se rieron los tres.
FIN
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