Querida Paula:
No olvides que en éste mundo aunque se ponga el grito en el cielo, éste jamás se digna a escucharnos.
Por los siglos de los siglos, el respeto nos recuerda que su falta es lo que convierte a las personas en estatuas.
Y aunque se susurre, se implore y se desee... ni nada, ni nadie cambiará al cielo de lugar.
Está bien que de vez en cuando alguien nos recuerde que levantar la cabeza y mirar allá arriba nos convierte en hormigas fugaces.
Que las estrellas sólo son las puntitas de los dedos que no llegan más cerca, y las patitas de los que se alejan porque les viene grande.