Yo, ciudad, soy de pueblo, un pueblo mediano de alta montaña, de aquellos famosos por ser turísticos. Cuando acabé mis estudiosy tras una corta experiencia laboral en BCN , tuve la oportunidad de volver a trabajar en mi pueblo. Llegué un mes de Agosto y mi primera impresión es que había tomado la mejor decisión de mi vida con mi regreso. pero llegó el mes de Octubre y allí a las seis de la tarde no veias nu una rata por las calles, siempre las mismas caras, siempre las mismas chicas, frías como un kelvinator, calientapollas, casaderas y pendones, todas catalogadas, ninguna de interesante...
A los pocos meses empecé a añorar la ciudad, a añorarla tanto como para hacer cinco horas de viaje (entre la ida y la vuelta a todo pasto) por las carreteras heladas para dar un paseo por las Ramblas e ir a tomar una copa al Octanos de la calle Beetoven, donde se encontraba en aquella época el pijerio y el quiero y no puedo de la ciudad y donde con una poco de jeta se podía ligar sin que la vecina de enfrente pudiera explicárselo al día siguiente a tus padres, ni a los suyos para que te saludaran como futuro yerno durante una temporada hasta que se daban cuenta que eras un culo de mal asiento.
Evidentemente ciudad y el pueblo para cuando mentalmente me siento saturado y necesido paz sosiego y aburrimiento. Que alegría dar un paseillo y por la Rambla Catalunya o el Paseo de Gracia y ver siempre algún monumento interesante.