¡APA!, estoy segura que más de uno reflexionará sobre este tema, ya que de manera más o menos explícita ,alguna vez se comenta algo al respeto
REMEI MARGARIT - En un Estado de bienestar como el que se supone que vivimos en los países desarrollados, parecería que hay algo que falla, algo tan fundamental para el alma y el cuerpo como es la alegría. Casi toda la publicidad que se da en los medios de comunicación televisivos propone, principalmente, mil soluciones para vivir contentos y felices comprando mil cosas más de las mil que ya tenemos, y se comunica a través de imágenes de gente riendo y encantados de la vida.
Y una se pregunta el porqué del fingimiento de tanta sonrisa; tal vez sea porque de lo que se habla mucho es de lo que se carece, entendido también socialmente. Ysi se indaga un poco en esa reflexión, se llega a la conclusión de que se quieren vender miles de cosas - aparte de por el negocio que ello implica- con imágenes contra el hastío. Los publicistas imaginan que retratando gente llena de sonrisas pueden engañar al personal. Aunque el personal no se engaña fácilmente, porque lo que vive día a día es lo que le importa más, y la vida, precisamente, no es un camino de rosas.
Publicitariamente se confunde el gozo de obtener o comprar algo con la alegría; nada más lejos de la realidad. Cierto que si compramos algo que deseamos o que nos es útil, ello implica una cuota de gozo momentáneo o tal vez a medio plazo, pero ese gozo es más parecido a la satisfacción de un deseo que a la alegría. El goce tiene que ver con lo inmediato y, en cambio, la alegría tiene que ver con una manera de estar en el mundo, es todo un sistema de valores que implican gratitud, humildad, asombro y curiosidad y tal vez algunos más, como afán por el conocimiento y empatía.
El goce tiene que ver más con el placer, no creo que sea su sinónimo, aunque los dos comparten al deseo cumplido. Lo que ocurre es que el deseo, una vez cumplido, aparece de nuevo hacia otro objeto, sea persona o cosa. Porque el desear está vinculado al motor de la vida, y bien podría ser una metáfora del afán permanente de conocimiento. Tal vez el deseo no sea tanto poseer alguna persona o cosa sino el estado de la conciencia de la precariedad humana; la condición humana a fin de cuentas. Las infinitas preguntas para las que aún no tenemos respuesta.
La alegría, en cambio, supone un estado de conciencia en el que al asombro por la inmensidad de lo todavía por conocer se suma la gratitud de lo ya conocido y tomando como base la fragilidad del ser humano, se siente admiración de saberse existiendo. La alegría, además, tiene que ver con la empatía hacia el otro, nuestro semblante, y hacia todos los seres vivientes por participar del mismo ciclo vital y compartir el mismo mundo.
Es un atributo del alma que se refleja en el cuerpo, pero que no depende de la satisfacción de cualquier deseo que surja. Tal vez el deseo tenga más que ver con el tiempo y en cambio la alegría, así como el amor, lo trasciende.
De manera que esa falsa sonrisa publicitaria de los medios con respecto a sus objetivos comerciales no tiene nada que ver con la alegría propiamente dicha. La alegría de Epicuro era la falta de necesidades, donde un trozo de queso era un festín; en cambio, la relación con los amigos y las personas amadas era el mundo en el que Epicuro quería vivir sin más que lo estrictamente necesario.
Tal vez la alegría tenga que ver con la expansión de la conciencia, que es la que se produce por el conocimiento y la actitud permanente de querer conocer más allá de lo explícito, así como en profundizar en los diversos lenguajes y sus símbolos. En ello, cada puerta que se abre es una estancia que tiene otra puerta que puede, a su vez, abrirse. En los humanos, la necesidad de conocimiento es infinita y eso la alegría parece saberlo.