Perla, me lo has puesto en bandeja de plata.. Ya me he posicionado al respeto en algún que otro post en este mismo foro, al igual que tu, siento vergüenza ajena cuando la gente utiliza la doble moral y el lenguaje politicamente correcto. También pienso que quién mejor que nosotroas para dignificar la palabra puta y deje de usarse sin la connotación peyorativa. Os dejo un artículo que escribí para varias revistas de diversas asociaciones, además un extracto fue publicado en La Vanguardia. He omitio una parte que corresponde a mi historia personal. Lo demás está tal cuál. Para algunos será un tocho pero creo que es una aportación enriquecedora a grandes rasgos.
Muchas gracias
DE OFICIO …PUTA
Pues si, eso es lo que tengo que responder cuando me preguntan de que trabajo, y a diferencia de otros oficios y profesiones tengo llevar esta etiqueta con carácter peyorativo, ya que se presupone que si me dedico a utilizar mi cuerpo para ganarme las lentejas, soy una viciosa o una delincuente, cuando en realidad además de ejercer la prostitución, soy estudiante (estoy a punto de licenciarme), ama de casa, madre…
(...)ya que tenía que compaginar el trabajo con el cuidado de mis hijos. Pero dentro de todo llevaba una vida “normal”.
Mi cruz empezó, cuando en el 1989, me quedé en el paro, hacía ya unos años que estaba trabajando en esa empresa y yo pensaba que me jubilaría allí, pero, una pelea entre los socios llevó al cierre de la empresa y los empleados nos quedamos en la calle. Realmente había acumulado mucha experiencia, pero no tenía estudios que la avalaran, y a pesar de lo que me moví siempre me rechazaban, estaba fuera del mercado laboral. Así agoté la prestación del paro y cuando prácticamente ya estaba en la calle (llevaba dos meses sin poder pagar el alquiler) fue cuando decidí prostituirme.
Realmente no sabía ni que tenía que hacer, ni dónde acudir, pero compré la prensa y ahí vi los anuncios: “se necesita mujer liberal que quiera ganar mucho dinero” Bien, yo no me consideraba una mujer liberal, por mi educación, creía firmemente que el sexo sólo se podía practicar con el amor de tu vida, que además era pecado si tenía relaciones con más de un hombre. Pero en aquel momento yo ya no tenía nada que perder y me importaba un pimiento mi virtud. Así que llamé a unos cuántos anuncios y me dirigí a una de las direcciones que me habían dado. Era un piso muy cutre, viejo, había cuatro mujeres y ya me hicieron hacer mi primer servicio, una felación que apenas duró cinco minutos y yo no tuve ni que desnudarme, me dieron 3.000 pesetas de entonces y yo alucinaba ya que para ganar ese dinero tenía que trabajar doce horas y aguantar unos jefes que me humillaban constantemente. Porque llegado este punto, tengo que decir que ninguno de los trabajos que he realizado en mi vida laboral fue por vocación, que jamás me he sentido realizada, que siempre, por un motivo u otro tenía que aguantar humillaciones, me sentía un trasto inútil, (incluso sufrí acoso sexual por parte de un jefe) al contrario que ejerciendo la prostitución, en todos los sitios que he estado los clientes me han tratado bien, ninguno me ha hecho hacer nada que yo no quisiera.
Lo que si es cierto es que a partir de ese momento mi vida cambió totalmente, tenía miedo de que mis amigos y conocidos se enteraran de lo que hacía. Por mi familia no tenía ningún problema ya que apenas había relación. Tampoco descartaba la posibilidad de conocer un hombre con quien volver a casarme, así que tenía que mentir constantemente. Trabajé en varios sitios, de diferente nivel (el nivel se define por las tarifas, desde 30€ a 300€, y la diferencia está, básicamente, en la decoración) pude ahorrar lo suficiente para además de pagar mis deudas, comprar un piso, me estabilicé económicamente y…emocionalmente. Así es como, por mal que le pesen a muchas personas, ejercer la prostitución me ha salvado la vida, Jamás me he sentido humillada por ningún hombre que ha contratado mis servicios (si por algunos de los dueños de los pisos o locales para los que he trabajado) pero jamás por ningún cliente. El hecho de tener que aguantar jornadas laborables de 12h. impuestas por los dueños/as y que a veces querían manipularme, metiéndose con mi manera de vestir o maquillarme, no pasarme a clientes que preguntaban por mí e incluso inducirme a el consumo de drogas (afortunadamente no caí) hizo que me replanteara mi vida y así fue como me decidí independizarme, compré un pequeño apartamento donde poder recibir a mis clientes y desde entonces trabajo para mí. Me impuse una disciplina, me di cuenta que no necesitaba trabajar más de cinco horas diarias, así que decidí ponerme a estudiar, aprobé el acceso para mayores de 25 años a la universidad y ya estoy a punto de terminar la carrera de Ciencias Políticas.
Actualmente compagino los estudios con el ejercicio de la prostitución y las labores del hogar. Me gano muy bien la vida, no me falta de nada y lo más importante es que ya no me escondo de nada ni de nadie ya que no siento miedo por lo que puedan pensar de mi.
De todos estos años, mis conclusiones son que el hecho de ejercer la prostitución no es sinónimo de que una mujer quede anulada como persona, de que no pueda expresarse sexualmente, de que el hombre que acude a estos servicios sea un perverso o un vicioso.
Analizar la prostitución es algo muy complejo, la tendencia a generalizar no refleja la realidad sino una concepción preconcebida totalmente errónea. Es cierto que hay una parte de mujeres que están siendo explotadas, pero sólo es una parte mínima y para terminar con esta lacra está el Ministerio del Interior y demás administraciones públicas.
Es cierto, que muchas de las mujeres que ejercemos la prostitución no lo hacemos por vocación, pero no es menos cierto que la mayoría de empleos que ejerce la gente tampoco son por vocación. Es cierto que hay mujeres que ejercen la prostitución que sufren depresión, y problemas psicológicos, yo también pasé por ellos, pero, no es por tener que tener relaciones sexuales con hombres que no les atrae (el dinero que ganamos nos compensa de sobras) si no por el contexto clandestino en el que tenemos que estar, el no poder hablar con normalidad del trabajo con la familia y los amigos, el tener que estar mintiendo constantemente a los seres queridos, por el rechazo que se sufre de la sociedad y porque el sexo, en nuestra cultura está sacralizado, y nos hace creer que tener relaciones sexuales, fuera del ámbito de la pareja socialmente aceptada es algo denigrante para el ser humano. Así me lo han ido manifestando todas las mujeres que he ido conociendo a lo largo de todos estos años. El miedo de la mayoría de ellas es el rechazo de la sociedad. Es muy importante tener en cuenta esto, hay colectivos de trabajadores cómo los maestros o médicos que son los que sufren más bajas laborables por depresión (eso si, son profesiones muy dignas) y Richard Sennett en “La corrosión del carácter” analiza como las condiciones de trabajo del llamado nuevo capitalismo, influye en el carácter de las personas y hacen que pierdan su dignidad ya que no pueden desarrollar todo su potencial como personas. Sinceramente pienso que se debería concentrar los esfuerzos en trabajar por la igualdad de oportunidades de género. Es un hecho demostrado la feminización de la pobreza. La mayoría de mujeres que yo conocí en mis inicios, eran mujeres solteras con hijos, separadas o viudas con hijos. La mayoría de mujeres que actualmente están ejerciendo la prostitución en España, son inmigrantes que lo único que buscan es mejorar su calidad de vida en su país de origen, calidad de vida que no consiguen en la mayoría de trabajos que ofrece hoy el mercado, con sueldos que no dan ni para pagar una vivienda. Y estoy dejando de lado las mujeres que a pesar, de que su vida es holgada, prefieren vivir con más lujo o universitarias jovencitas que quieren tener dinero para sus caprichos, y que representan unas cifras nada desdeñables. No quiero entrar ahora en el debate de por qué existe la prostitución, pero si que considero importante que más que debatir en legalizar o prohibir la prostitución con los discursos actuales, primero de todo, habría que centrar todos los esfuerzos en la lucha por la igualdad de oportunidades entre los dos géneros, pero más que nada para que la prostitución no fuera la única alternativa que tiene la mujer ( y algunos hombres) para sacar adelante una familia y cubrir una necesidades básicas. Y lo que también habría que evitar son los intermediarios.
Todavía, en todos estos años, nadie me ha argumentado coherentemente por qué es más digno fregar y limpiar lavabos ganando seiscientos € al mes que tener relaciones sexuales con hombres consiguiendo de esta manera quintuplicar este sueldo. Todavía nadie me ha dicho porqué es digno pagar para conseguir la alimentación básica (algo que es vital) y en cambio es perverso pagar para conseguir placer y diversión a través del sexo. Francamente, no lo entiendo. Como ya he dicho es más de una ocasión, la dignidad de las mujeres que ejercemos la prostitución, en definitiva la dignidad como ser humano, no está en los genitales. Mi dignidad como ser humano, sólo la sentiré cuando esta sociedad, en la que me ha tocado vivir, me facilite todos los instrumentos o recursos para que pueda desarrollar todo mi potencial, y cuando en un futuro busque otro trabajo y yo ponga en mi currículum vitae que he trabajado de puta, esta experiencia sea valorada convenientemente por el departamento de RRHH ya que a mi me ha dado unos instrumentos muy valiosos para hacer frente a la vida: disciplina, responsabilidad, serenidad, capacidad de comunicación, empatía, independencia emocional…