Buenos días Nietze,
Desde mi punto de vista, en el fondo el foro sólo es una excusa. Quién más quién menos todos nos pensamos y decimos que tenems amigos, que llevamos una vida normal, etc.etc. pero en nuestra esencia estamos solos, solos porque no podemos expresarnos siempre como queremos, la mayoría de veces se hace lo que se debe...y damos una imagen que no es la nuestra,, tememos ser rechazados y no nos gusta decir abiertamente "necesito compañia" porque cuando decimos esto mostramos que somos débiles, el foro te permite entrar cuando reslmente necesitas compañía... el foro se convierte en la excusa...como yo no soy muy erudita, os dejo un árticulo que escribió Margarit y que lo explica muy bien.
LA EXCUSA
En mi adolescencia, fui a pasar unos días a la casa de una amiga muy querida de la infancia. Vivía en un pueblo bastante grande y tenía una madre encantadora y laboriosa que siempre andaba haciendo algo, arreglar la casa, cocinar, coser, y un sinfín más de cosas que tan sólo ella era capaz de atender. Esa mujer tenía, además, una costumbre: salía a comprar o a buscar una cosa y volvía, para al cabo de poco tiempo salir otra vez a buscar otra cosa y así sucesivamente durante una buena parte del día. Por aquel entonces, yo, en mi arrogante ignorancia de cómo iban las cosas, pensaba en lo mal que se organizaba aquella mujer, tanto que un día le dije que por qué no hacía una lista, lo compraba todo y ya estaba para todo el día o para varios días; a lo que ella me contestó que no se acordaba de lo que necesitaba hasta el momento de utilizarlo. Yo seguí pensando lo mío y no dije nada más. Es ahora que he comprendido que el motivo de tanta salida y entrada no era otro que el de relacionarse con los demás, comerciantes, dependientas, vecinas, conocidos que encontraba en su andar de un lado para otro y que, si alguna vez yo podía contemplar la escena, en ella tan sólo se hablaba de que si llovería o no, de la calidad de las cosechas, de la maduración de los tomates, en fin, de cualquier cosa que hiciera de puente para una pequeña charla.
Tan importante era el motivo que cualquier intento de organización en las compras era tenido como un inconveniente, lo cual era cierto; era más importante el encuentro, - aunque fuera inesperado- y el intercambio de palabras que la compra en sí misma. La compra como una excusa para el movimiento, la excusa para la salida hacia los demás.
A lo largo de la vida, me he dado cuenta de que el juego sigue siendo el mismo, la gran necesidad de contactar con los otros se presta a utilizar excusas para relacionarse; por ejemplo, suele ser mucho más fácil devolver un libro prestado, o pedirlo o "te traeré una mermelada fantástica que he encontrado", o quizás un "tengo que ir al médico por unas molestias" que tal vez han sido diagnosticadas veinte veces; da igual la excusa que mejor cuadre con la personalidad del individuo, el caso es salir y encontrar a alguien, ya sea un amigo o amiga, una dependienta de una tienda, o un barman de un café.
[b]Parece que es difícil expresar algo como "quiero compañía ni que sea por un rato" o "quiero hablar de algo con alguien". Tal vez sea imposible por la desnudez de la necesidad, y quizás la manera de vehicularla sea encontrar una buena excusa. Da igual si es creíble o no, porque en el fondo, todos sabemos que no es más que una excusa para el encuentro. Y ¿por qué es tan difícil poder decir "quiero compañía"? Pues porque una expresión como ésta pone al descubierto, de una manera lacerante, la soledad de cada cual y la convierte en alguien vulnerable. Sabemos que somos vulnerables, pero no queremos que se nos tenga por tales. Salir al encuentro de otra persona es un riesgo porque se puede ser aceptado o se puede ser rechazado, y el temor al rechazo es tan grande que nos inhibe, la mayoría de las veces, de crear relaciones que podrían ser una fuente de satisfacción. Preferimos, tal vez, pasar por la superficie de las cosas; por ejemplo, comprar algo aunque no se necesite, saludar al vecino, al tendero, a la florista. Esa costumbre tan antigua de saludarse por el camino, hola y adiós, ese pasar deprisa por los otros, no detenerse demasiado, pero no prescindir nunca de ellos. No se podría de todos modos, porque aunque se busque una excusa para hacerlo de manera liviana, el verdadero motivo de ese entrar y salir es, precisamente, el otro, nuestro compañero de vida.