Iniciado por
Oliba
Yo recuerdo que una vez casi perdí la concentración porque entró el gatito, muy majete el bicho, y empezó a jugar con mis pantalones, a la sazón en el suelo. Yo me encontraba en Doggy Style, bien agarrado donde se debe agarrar, y forzando el cuello para vigilar mis prendas y, al unísono, intentar no perder detalle de donde me agarraba... buf. Acabé con tortículis por el absurdo sufrimiento de pensar que el felino pudiera convertir mis elegantes pantalones negros en unos leggins de calados que ni en las noches de Cap d'Agde.... Tampoco creo que me hubiera soltado, si lo hubiera hecho, de donde no quisiera soltarme nunca, que lo primero es lo primerop. A lo sumo habría intentado gruñir cómo un dóberman en el espasmódico momento
Desde ese día cuando una escort me confiesa que tiene gatito merodeando y juguetón tomo mis precauciones: acudo con falda escocesa y gaita, para no llamar la atención.