La lógica de las cosas diría que la mejor forma que tiene una escort para, si le interesa, conseguir una nueva cita con un cliente es haberle hecho vivir unos momentos, sensaciones, emociones, experiencia, o lo que sea, excelentes.
Esa es la lógica, triste y generalmente ausente de lo cotidiano. Aquí y en casi todo.
En mi peregrinaje de no buscar quizás nada pero, por fortuna, encontrar tanto, he vivido otro tipo de situaciones donde mi compañera eventual ha conseguido, o cuanto menos intentado, otro tipo de actuación para renovar el contacto.
Ha habido de todo tipo. Ingeniosas, bien urdidas, espontáneas, inocentes e incluso, peligrosas. Muy peligrosas. Peligrosos sistemas de fidelizar al cliente que, cómo yo, es un medio bobo con billetes y vanidad insatisfecha. También, por lo de darnos con la misma piedra una y otra vez, que si no no seríamos nosotros humanos ni las piedras, piedras, en alguna, o una, ocasión, los sistemas han ido, en progresión, sucediéndose una a otra, a una trama, seguía otra. A un peligro, otro aún peor.
Y venga a darle con la cabeza en la roca, muy humano yo, picando y picando, y no picando con la pica, una vez y otra. Le funcionó bien. Brillante.
Empiezo con mis anécdotas. Con una aparentemente inocente… repito, aparentemente. Me remonto a hace bastantes años, a la primavera del 2008. Cita con una escort vedette, muy conocida en los foros. Debo decir que cumplió a la perfección mis deseos pero mis deseos fueron un error. Porque precisaban, para mi satisfacción, que sintiera atracción física por la compañera. Y no fue el caso, en absoluto. Y descubrí, amargamente, que algunas cosas hechas por quien en nada atrae, sino todo lo contrario,. dejan de excitar y simplemente repelen. Tampoco fue ninguna maravilla la cena post opera. Aburrimiento. Foros y más foros (en aquella época yo era simple lector y poco sabía, lo reconozco). Foreros y más foreros deleznables. Chantajistas y aprovechados que ofrecían relatos a cambio de sexo gratis. Compañeras a las que criticaba constante y cruelmente mientras devoraba, cómo si la carne fuera de las chicas, su steack tartar. Y, sino había foros, ella, sólo ella, su historia, falsa, y sus circunstancias, también falsas.
Decepcionante. Cómo la ética del atlético pseudo príncipe que se sentaba cerca, por cierto.
Y aún así consiguió una nueva cita.
Abandonó en mi maletero una bolsa llena de ropa, zapatos y lencería. Afortunadamente, o con precisión medida, me advirtió del desaguisado con un mensaje en el momento que aparcaba en mi garaje. Pasaron semanas hasta que accedí a verla de nuevo y concertar una nueva cita, y devolverle la bolsa. No paró de insistir y, después de todo, era muy cañera, demasiado para mi gusto, puede que incluso tan cañera cómo imaginas pueda ser un hombre (luego comprendí porque, muy tarde, demasiado). En fin, me dije, porque no, igual ahora va mejor. Decidí darle otra oportunidad. Y la bolsa del delito que con casi vehemencia reclamaba. Fue un error. Siguieron muchos otros. Debería haber utilizado un correo para el paquete.
Ésta es una anécdota. ¿Tenéis las vuestras y continuamos?