Iniciado por
Oliba
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Continuó cena, con, de nuevo, aquel majestuoso jarret de ternera dorada a la miel, y después velada, con humo y pobres espirituosos, en la cueva de la otrora fugaz embajada. Y allí en sofá y rincón, que sólo prometía ser discreto, volaron mis años de sobra, que siento demasiados, como volaba el grana de tu vestido descubriendo blondas negras y encajes fruto del sudor de novicias. Baile de grana, negro, rojo y piel clara. Y a la velada siguió la noche, la risa, el champaigne, el carillón de copas y el tintineo de tus pestañas. El licor de expansión decantado a mi sangre para notarte en torno, más prieta, más fuego, más agua, más vez, más toda.
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Ahí estás, enamorada de tus sueños. Desnuda sobre y entre el blanco. Cabellera de carbón y cobre desparramada, labios ligeramente abiertos en un beso. Manos de muñeca aprisionando colcha y sábana. Duermes, mi, por horas y horas mía, niña. Duermes plácida y complacida de tu sueño amante.
Martilleo suave en la puerta. Una pluma clavando un clavo. Entra el carro de las delicias de la mañana, servicio reluciente, porcelanas claras sobre capa de algodón y lino. Café y bollería recién horneada me roban tu aroma de mis labios, me enmascaran por un momento mi mismo yo en tu piel tan suave.
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Olivas, milagros. Una buena vida. Mi biógrafo lo sabe.