Destacables, como por ejemplo:
Chester Brown. El canadiense, unos de los iconos del comic actual es uno de de los nuestros.
Brown, confesor pleno de dicho ejercicio, en Pagando por ello no sólo describe su etapa de putero (desarrollada entre 1999 y 2003) sino que procura no frivolizar con una cuestión tan peliaguda como el silencio atroz de la sala de estar, el cuestionamiento social a dicha decisión, el contacto cercano con la prostituta, las preguntas alrededor acerca de por qués perpetuos (¿por qué una mujer decide dedicarse a esto?, ¿por qué un hombre decide pagar por esto?, ¿por qué la ilegalidad del acto si es algo natural?) y otros tantos enigmas previos (¿habrá un matón en el burdel que me dé una paliza, me viole y me robe las zapatillas y el smartphone? ¿y si la prostituta es un policía? ¿y si alguien de mi familia se entera?), la adicción en la que acaba entrando el mismo Brown como si de una rutina obligada se tratase y desglosa en primera persona, claro está, todo el proceso.
"Tener sexo con tantas mujeres y conocerlas ha sido muy agradable", relata Brown. "Todo es más fácil, hay menos tensiones", añade. Al azaroso juego de la seducción el canadiense prefiere un tablero lineal cuya casilla final es inevitablemente la cama. Tanto que, acusado por un amigo de no tener dignidad, le da la vuelta a la cuestión: "Un tipo que tenga respeto por sí mismo no necesita una relación de amor romántico. Muchas veces la buscamos solo para nuestro ego".