Si ellas, porque ya están curtidas, por malas experiencias, por simple higiene emocional, nos tratan con una cierta distancia y desapego, las tachamos de frías, poco implicadas y demasiado “profesionales”.
Si por el contrario, se comportan de un modo excesivamente atento y cariñoso, nos colman de cuidados, se muestran próximas y “humanas”. Nos hacen sentir ,en definitiva, tan especiales que en ocasiones acabamos por creer que hay algo más.
Y cuando esa estupidez transitoria nuestra desaparece y comprobamos decepcionados que simplemente éramos lo que éramos y que las atenciones eran parte del trato, nos sentimos traicionados y engañados.
La cuestión es que nosotros también tenemos tela.
Ellas como casi siempre no dirán ni pío…a ver qué opináis vosotros….