La pituitaria es una gran coleccionista.
Ordena impúdicamente cuando una dama desprende el auténtico perfume que no desliza con sus yemas.
Sus labiox en la caja de música de nuestra memoria registran esa hermosa ecuación adobando el arte de las fragancias en señas imperdonables y perdurables.
Desde que se asimilan esos perfumes tan personales e íntimos los objetos, para mí, carecen de sentido.