Bueno, noche de Insomnio a la vista. Demasiados cafés. Y además no me quito de la cabeza un “compañero” al que decidí, ejecutando un plan premeditado desde hacía cuatro meses, abandonar este Domingo… Y me acompañaba desde hace casi 30 años… o sin casi. Pero mejor anticiparme no sea que tomase él la iniciativa… Total, necesito distraerme. Ahora os ha tocado a vosotros.
Estoy en Francia, en una deliciosa ciudad de provincias, cómo lo son todas las ciudades Francesas, sin excepción. Cené bien, bebí mejor y estoy apurando todavía los últimos traguitos, acompasados, de media botella de Burdeos, un St. Emillion de no sé qué castillo. Nada especial, nada caro, pero rico, muy rico. Los franceses saben hacer vino. No hay duda. Saben hacer muy buen vino. Seguramente el mejor.
Y otras muchas cosas también saben hacerlas.
Y, si la memoria no me falla, que bien entrenada la tengo para que falle sólo en lo que no me interesa, las francesas saben hacer el amor (y me imagino que los franceses también). Tanto ahora, que poco mérito tiene con tanta didáctica que nos ha aportado el porno, como antes, también. Incluso cuando nosotros poco sabíamos, por falta de didáctica, puede, o de otras cosas.
¿Notasteis que me gusta Francia?. Pues sí, me gusta, me gustó siempre. Y las francesas también. Y me siguen gustando. Las Francesas y las que lo parecen. Aunque también pudiera ser que las francesas se parecen a las que más me gustan…
Os cuento esto, porque en la deliciosa ciudad de provincias donde me encuentro, paseando después de cenar, hoy, que es viernes y la gente sale, me he cruzado con un grupo de hermosas francesas. Todas jóvenes, pero quizás no tanto, todas de negro, con vestidos ligeros, veraniegos. Pieles muy blancas. Vestidas para una noche todavía incipiente. Y todas frescas, sólo ligeramente maquilladas, esbeltas, no muy altas y…naturales… En el cruce entre ricos que ayer eran bárbaros y pobres (y la que viene) latinos, los franceses, y mejor las francesas, se yerguen con armonía… natural.
Y la armonía natural es hermosa.
Ahora volvamos a lo nuestro. Y a Travesura, a nuestra bella Travesura que, hace unos días, nos preguntaba/acusaba de consumir pornografía y no querer reconocerlo. Pues… bien que nos ha ido. La de cosas que aprendimos. Y me voy a centrar sólo en una.
El sexo, femenino claro, el único que me interesa, como belleza en sí mismo…
No hace tantos años, aunque parezca el Pleistoceno tal y cómo están las cosas, el sexo femenino, vulva, coño, chocho o chimichirri (¿era así?), era poco más que una “zona”. En cambio, el masculino, por definición, siempre se exhibía. Simple recipiente y gloriosos apéndice… más o menos ésta era la idea.
Hoy, desde hace relativamente poco, y creo que gracias a la Pornografía, las mujeres, en un amplio espectro, han tomado conciencia que su sexo es parte esencial de su belleza. Es tan hermoso como puede serlo todo su cuerpo. Y para que lo sea, hay que cuidarlo. Y se han impuesto los labios delicadamente rasurados. El vello, si todavía permanece un recuerdo, limitado a una simple decoración en el pubis, también cuidado, delimitado en forma, controlado, recortado…
Y de donde vino todo esto… Del porno y más concretamente, de la retroalimentación de esta industria con jóvenes del este de Europa. Primero, caído el muro de Berlín, aparecieron por doquier en aquellas ciudades locales de Striptease y Lap Dance, Clubes al fin y al cabo, regidos por reglas similares, donde las jóvenes ex – comunistas exhibían sexos rasurados en sus espectáculos de barra. Era lo más cómodo e higiénico. Luego les colonizó el porno… y ahora la moda, bendita moda, se generalizó. Y no hablo de higiene. Sólo de estética.
El porno, Travesura Bella, no es malo.
Bienvenido progreso, bienvenido porno, bienvenido todo lo que sirva para sublimar algo de lo que es lo más hermoso del mundo.
Y que tiene que ver esto con la deliciosa ciudad de provincias francesa donde me encuentro. Pues supongo que realmente nada. Quizás escribo estas tonterías y recuerdo algún sexo de mujer que me gusta particularmente… O puede que sea porque aquí conocí, hará casi 20 años, una chica, escort, porque antes de Sarkozy las había libremente en Francia, en un club en el centro, hoy clausurado, el “1900”. Era joven, rubia, no muy alta y preciosa… y tenía un delicioso y bellísimo sexo completamente depilado.
Y, por cierto, sabía a gloria. Mejor que el Burdeos que acabo de apurar.