Por si me enveneno, no??? Ji ji jiIniciado por oliba
Por si me enveneno, no??? Ji ji jiIniciado por oliba
Corría de espaldas.
Es complicado.
Más si cabe cuando sus dedos son la brújula de sus instintos. Y nuestras risas ligeramente etílicas, fumadas y jadeantes distorsionan el juego de eco y murmullos que la oscuridad a las tantas distraen.... sólo advertía el piano de su dentadura, y su acaramelada voz de jovenzuela ladronzuela de vírgenes ermitaños.
Se embadurnaba en aquella arena blanca, y se restregaba como si enjabonara la roña de mil años enjaulada en la albufera donde los abejarucos le picoteaban noche tras vida, vida tras alba....se curaba el deseo a bocanadas, se medicaba contra el pícaro que abriría su dote. Era tan atrevidamente salvaje, lujuriosa; tan inocentemente cercana, tan noble..... que la tiara de otro puñado de arena, recogía y espumeaba sobre sus cabellos salados, tan negros, largos y caracoleados.... en la oscuridad no se distinguía , lucía un riguroso disfraz de barro cuarteado en vólumenes y formas bizarras.....
Desnuda, pero mojada en sed, hacía atrás y dando círculos sobre las pequeñas dunas que sus huellas formaban. La orilla le orinaba en plena ascensión de esa sal arenosa que el escondite hormiguea en la lumbre de la sangre que hierve endemoniadamente ida de sí.
Vendada con aquel pañuelo de seda, repetía aquel juego extraño cada viernes par de julio, de noche cuando las cañas sólo son estatuas de cera y sus sedales, contraseñas para limar asperezas.
No hay casi nadie, no existe ni el dios más pequeño que pueda nacer.
Frente a aquella diminuta isla. Donde el aire es dueño del silencio, y las adelfas, el alentisco y el enebro arden en una pequeña hoguera que muere rodeada de las cenizas del mapa del desierto mejor guardado.
Siempre quería repetir las rutinas, excepto la última. Donde me escondía, donde la esperaría y siempre nos moríamos en aguas abisales, a dentro....muy dentro....donde al tumbarte a los guijarros de cuatro metros de profundidad te otorga el privilegio de imantar las guadañas de sirenitas deshonestas y brujas que esperan hurtar esos momentos mágicamente envueltos en pieles de la gran dama, la mar. Su dueña.
La nuestra.
Corría de espaldas al mar, esperando mojarse los talones. Y ahí, encontrar la pequeña piedra alargada.
No temía caerse, nadie la levantaría.
Nada la enterraría.
Corría en círculos, lentos y vigorosos, modosos y escurridizos, y siempre silbaba, canturreaba aquella cancioncilla que nunca entendí que decía....
...no importaba, me enloquecía su sonrisa, su maldita sonrisa de no temer siquiera que aquello no estaba bien.
Sólo escuchábamos al viento padre, la brisa madre, la isla camastro, la noche loca, el perfume de su vientre, el vacío de la carnalidad, el encanto de lo atravesado, el graznido de nuestras manos cuando rasgaban los trajes de arena y las peinetas de agua cálida, que dan forma al impulso más acaramelado, a quererse mojar eternamente.
Caricias arañadas, carantoñas pegajosamente firmes.... resbaladizas sensaciones que tras tantos años siguen amargando aquel pequeño faro que enfrente burbujea una sesión de Super8, cuando con Eka persigo gaviotas y vencejos.
Corría de espaldas, y cuando sus muslos sentían las manos de las crestas se dejaba caer, como muriendo en la batida de la traición, y allí cuando la marea y mi torso se clavaban en su vaivén, la arena moría, los ritos crecían, lo que no estaba bien se enterraba y la juventud se avejentaba....
....cada viernes par de julio, junto al socarrell del tiet, cuando ellos duermen y nuestros deseos se inquietan, nos marchábamos bien entrada la plata noche, fundamos algo bello, bellísimo, honesto y eterno.
Y aquel último viernes, se rompieron cadenas, prevendas, miedos y status; aquella última calada fue el primer lazo de sangre que duró quince años, con tres piedras preciosas; escondidamente y perversamente cada vez que camino por aquel arenal el mar se detiene.
Las olas se despiden.
Y la veo correr de espaldas, dejándose llevar por su sonrisa, sus sueños y nuestros deseos....
...y siempre, siempre, no hay momento que no le deje de preguntar al azul, si el negro es su padre.
Hoy toca un juego a medio camino de la sumisión y la devoción. ¿O era devoción por una sumisa que nunca lo fue realmente?.
Verano. Año indeterminado. Escenario increíble. Un hotel para soñar… despiertos.
Una chica para soñar… en cualquier situación. La llamaremos SARA. Entre nosotros utilizábamos un idioma ajeno al foro. Excusad errores de transcripción.
Sara, estrenando vestido, como otras veces, uno de los regalos que nunca le pedía pero con los que, a menudo, me obsequiaba.
Sara de pie, frente el espejo. Cuarto de baño, enorme, de una suite en el último piso de un hotel, cerca del cielo. Sólo los ángeles podían escucharla si gritaba.
Sara, indefensa. Los ángeles son sordos. Sólo escuchan el batir de sus alas. Parecen humanos estos ángeles.
-Cierra los ojos – y cumplió tamaño desprecio a cuanto bello hay en el mundo. Algún día hablaré de sus ojos.
Sara, indefensa, párpados cerrados. Sola a mi merced.
-Tranquila, confía en mí – y el antifaz se ciñó en torno a su mirada, perfectamente ajustado.
-No veo nada. Sí, confío – era una voz todavía tranquila. Casi risueña.
Me apoderé suavemente de sus brazos, acariciándolos, descendiendo por ellos hasta aferrar sus muñecas en su espalda.
Y entonces la esposé. Y empecé a desnudarla.
-Hablemos, Sara, de la administración del dolor. Hay quien la considera un arte, otros una ciencia… algunos, simplemente una técnica – deshice el lazo del vestido y lo bajé de golpe hasta sus tobillos- ¿Tú que crees que es?
-Yo creo… -parecía interrumpirse cuando le desabroché la última pieza de ropa que todavía la cubría, un sujetador de satén blanco- yo creo que es un arte.
-Claro, Sara, claro que es un arte. La administración del dolor no puede ser otra cosa –empecé a susurrar en su oído – Sólo un arte será capaz de que tomes como nobles verdades lo que ayer eran mentiras repugnantes – acaricié entre sus dedos sus pezones ahora expuestos.- sólo un arte hará que contestes a preguntas antes incluso de conocerlas – presioné ligeramente un pezón – ¿Tienes miedo, Sara?-
-Un poco.. sólo un poco –su voz había perdido la firmeza inicial, pero todavía sonaba clara.
Sara desnuda, esposada. Los ojos velados por un antifaz ceñida le niegan contemplar el espectáculo de su fragilidad en el espejo.
-Cualquier arte crea emociones. Éste también. Ninguna emoción que nace en una obra de arte es espontánea. Las que genera la administración, la sabia y paciente administración del dolor, aún menos. Diferirá la intensidad, los métodos, la frecuencia… en función del objetivo. Unas será una confesión – ahora acarició, lentamente, su espalda desnuda- otras una traición – mis manos contorneaban las nalgas-… quizás un castigo… ¿mereces algún castigo, Sara?. ¿Quizás… no te comportaste bien conmigo?
-No…- dudaba que responder- bueno… quizás un poco…
-Ahora vuelvo, cariño. Necesito algo
Tardé sólo un momento, pero a ella le parecó una eternidad. En mi diestra, llevaba un objeto largo pero mínimo, no por ello menos amenazante.
-La administración del dolor es un arte incluso en su ausencia. Puede que cese, con la promesa de volver más tarde, Y en ese periplo, continuarás dominada por ella. El dolor se nota sólo presintiéndolo. Al final, casi desearás que llegue y sustituya la incertidumbre.
-No me hagas daño… por favor.
El objeto tenía una empuñadura con un único pulsador. Conectado, emitió un zumbido inquietante. Lo acerqué a su oído.
-¿Qué es esto? .- parecía asustada.
-Todo arte necesita una técnica. La administración del dolor ha desarrollado muchas a lo largo de los milenios que llevamos practicándola. Ésta combina modernidad y tradición. Una vara de bambú y electricidad. El bambú duele, pero sabiamente utilizado, no hiere la superficie. Basta un suave giro de muñeca en el último momento y, toda la fuerza, irá hacia tu interior. Pero tu piel, aún cubriendo músculos desgarrados– le besó el cuello mientras abrazaba sus deliciosos senos con las palmas- no tendrá ni memoria ni prueba del dolor.
Las paredes de mármol verde del baño sólo devolvían el suave zumbido de la vara y la respiración agitada de Sara. Silencio por el resto.
Le retiré los pendientes .
-Si tienes sed bebe ahora. Después, durante algunos minutos serás como una pila. Ese problema todavía no lo ha resuelto nuestra técnica. Algo de la electricidad permanece en el cuerpo y tarda en eliminarse. Y en tal situación, es muy peligroso ingerir líquidos.
-
-No…no puedo beber ahora… - ya no quedaba atisbo de aquella voz firme y segura que le había seducido meses atrás.
Acerqué un paquete lujosamente envuelto a sus labios. Le ordené morder la cinta y tirar con fuerza de ella. Deshecho el lazo, extraje el contenido. Ella notó como hurgaba en los lóbulos de sus orejas…
-¿Qué… que me estás haciendo? – luego noto como un collar se cernía en su cuello – Por favor… cariño… contéstame..
Empecé a recorrer todo su cuerpo con la vara. El motor de la empuñadura provocaba una vibración intensa en el extremo. Invertí mucho tiempo en los pechos, para después jugar con la toda la sonrisa de su sexo, el surco entre sus nalgas… su espalda.
Entonces dejé caer el instrumento que siguió, como epiléptico, vibrando en el suelo. Descubri sus ojos, liberé sus muñecas.. En su cuello y de sus lóbulos pendían hileras de piedras talladas.
Sus ojos absorbieron todo el destello, me miró en el espejo. Sonrió, se giró y me devoró los labios.
Hicimos el amor durante horas.
Sara.
Hoy ha tocado viaje.. Y retomo un hilo antiguo.
Ese “senso”, sentido.
Después de una racha mala, mala, pero mala.
Hace una noche espléndida. Una preciosa terraza desde la que se ve una luna llena que parece viva. Riela sobre el mar inmenso y lo convierte en plata prodigiosa. Parece un camino a algún sitio bueno. Corre una brisa cálida, ligera, muy ligera apenas perceptible propia del trópico donde estoy. La humedad de la lluvia evaporándose y la fragancia de las plantas aromáticas son embriagadoras.
Hay silencio, un silencio ensordecedor, mágico. Apenas se oye el crujido del hielo al romperse en la copa torcido y doblegado por el calor del whisky de malta, y el crepitar de las brasas del cigarro al consumirse.
Uno de esos momentos en los que los vapores del alcohol, el humo del habano y las fragancias, serenan el alma y el espíritu y despejan la mente.
Hoy, esta noche, todo parece estar donde debe. Ordenado. En su sitio. La perfección es posible. Esta noche sí.
La evocación de un aroma, de una piel, de unos ojos, de unas manos, unos ojos...... cierran el círculo. El cielo existe y todavía durará hasta la madrugada.
Y con banda sonora. Tristesse. Etude Op. 10 No 3. Federico Chopin.
Saludos.
Siento tu voz y escucho el mar
Hache.
Papá, papá las palabras feas a mi me gustan....¿porqué no puedo decirlas........?
Hache, es un niño despierto, monstruosamente feliz, adora las muecas y habla por lo bajini; quiere ser bombero, superhéroe, astronauta o juguete cuando crezca..... sólo tiene tres y medio. Monta diálogos con titellas y sus dedos mecanos de cacharros, desborda con las manos y apunta donde nadie ve.... es patoso con los pies.... pero tiene unas manos prodigiosas.... kárate, basket y piano.... y unos muñecos de barro que dan miedo al secano. Es imprevisible y lo mismo te abraza ahorcando que te desprecia ninguneando.... pero siempre el resorte me sacude cuando lo pienso, cuando lo siento....
Papá ese cuento no acaba así. Vamos a inventarnos otro final el de ayer es muy aburrido....vamos a inventarnos otro cuento.... y cada uno un personaje....
Pero es un balcón a la grandeza de mi parca vida.... es el centro de mis desvelos, los otros tres están bien cuidados, crecieron en un núcleo marental.... rodeados de una familia que adoran y les adora, enraizados con su entorno y con vida propia, la pequeña ya va para cinco y es la princesa de la corte del Faraón....su madre, es una gran mujer, una madre genial, una persona excelente. Los amo, pero Hache, tiene ese ángel, esa chispa, esa vida propia.... a él no lo amo, lo adoro. El príncipe faraón les abandonó entre las Dos tierras. Y la dejadez siempre tiene un precio. El mismo. La solitud. Que la soledad, nos alumbra y se disipa en un arrebato, pero la jodida solitud es una Cleopatra adornada de joyas, riquezas y oro..... pero desnuda siempre termina llorándose los pies. Mirándose a las manos buscando desesperadamente otras que la estrangulen.
¿Papá la fé es una bruja o un angelito?
Mis tres primeros cielos crecieron en la distancia, en la ausencia, en la lejanía... para darles vida majestuosa, buena vida.... me perdí lo más grande, lo más hermoso.... verles crecer.
Ahora, todavía, incluso cuando junto a los cuatro siento que les fallé, que les abandoné, que los dejé de la mano solos de su madre y aún perdura la terrible sensación de que no les conozco del todo y que del todo ellos tampoco.
Recuperar el tiempo pasado es imposible.
Sería un sueño volver a empezar, pero posiblemente, la vida que tanto me dió me arrancaría las incertezas, las dudas, la angustia, la solitud..... ahora cuando estoy ante ese terrible cruce que tantas veces nos seduce, por primera vez, siento la duda.... nunca he dudado. Jamás. Pero ahora sí.... no dudaría en volver a rebobinar ciertos pasajes de mi atormentada e íncreible vida.... pero realmente siento que está bien como está.... sin ciertos pasos, no llegarías a dar otros, sin esos errores no aprenderías estas verdades, sin esa caída libre no alcanzarías la justicia de una buena conciencia.....
Papá tengo dos novias, Yaiza y Alba. Con la primera nos besamos y con la segunda juego.....
Hache ahora es el sarmiento de mi única esperanza. Mi queridodiado silencio percuta en aquel muro de lo impredecible, del sufrimiento, del radicalismo de la ausencia, acreedora pagana que infla y escuece, que estorba y maquiavélicamente diluye el fulgor de dos sarmientos.
Hache y ella. Los bastiones del sentido.
Ella, pasea soldada al último recuerdo, empapados de lluvias de reyes magos, de lluvias de lustros olvidados.... y el destino, curioso brujo, se empecina en que la indescriptible belleza se ausente para que la elección no sea una canga malévola....
Papá, mamá me ha dicho que ya no sois novios. ¿Los novios se besan con los ojos cerrados.....?
Ella, podría ser la madre del quinto.
Porque me ofreció su cueva escondite, su lago tembloroso y mordiente, su lucero del alba, su mirada gacha, Oliba, su mirada gacha.... senso de un mundo donde las convicciones y sus angustias recorren jardines de marchitadas pisadas y donde el círculo se escribe en silencio. Ella ahora está lejos imaginariamente, pero sigue anclada en aquella rutina que deconstruye catatónicamente su alma, su buena alma.
Ahora, en el sur.... cuando sentí su último beso, su último abrazo, su última lágrima..... no quiero que siga padeciendo, valora y cree, antepone y lucha por su hache, todos tenemos alguna.
Todos.
Y lo verdaderamente importante no es que una cruz tache lo que involuntariamente sabes que virará el cabo del miedo, lo realmente fundamental es darse el alma, e incluso la vida..... por aquellos que sientes como tu propia existencia.
La entiendo. Te entiendo.
Y respeto.
Papá (sus ojos me evitan)....¿Cuándo sabes que eres feliz..........?
Sangre blanca.
El desdén, la apatía, la languidez erectus y espartana del cactus que cada noche rebaba las últimas gotas de pintura de leche mientras descarna el espacio inservible y muerto entre uña y carne.... te clava el aguijón envenenadamente vital. Se hinca, se hincha, deforma y engalana; atrae, zancadillea y tienta..... Sus púas, sus dedos de pinchos amarillos segregan una lactosa lágrima blanquecina.... y atendiendo a las buenas costumbres culiunarias deslías la lengua hasta intentar lamer lo que su boca firme y escayolada desvirtua.... esa lechosa insinuación provoca la batalla interna e infernal de querer arrojar el tiesto al asfalto y sus púas clavártelas como acupuntura del olvido, como sacrificio de cientos de porqués.
Anoche regaba las cuatro plantas y las dos flores de mi sótano. Luces ámbar y la condensación se regalaba, se regodeaba de que el calor ancestral, el de los adentros no puede atravesar los muros de creencias armadas, de cimientos y raíces dogmáticas.....
Abrí sus labios, sus hojas.
Y el helor silente de madrugadas perras fornicaba incesante y sin contemplaciones a aquellas vigas del esqueleto de vigías y grumetes...completamente desnudo intenté gritar, chillar, explotar y reventar a tanta armonía pacificadora.
Primero un macetero de barro curtido y luego otro de porcelana acuosa. Después un ramo de laurel. Luego, un ramillete de sándalo y jaras a modo de corona mortuoria.... me quedaban las flores, pero ellas volaron.... corría un viento de plástico, un aire de espantos.....
Antes había desmantelado del cuajo, de la tierra empapada sus dos tallos. Y absorto, pasmado y ensemismado como la vida se estruja, arruga y consume.... como la belleza prodigiosa se desbarata en un santiamén, mientras las noches nos arropan miserablemente y desválidamente a la hogaza de unas sábanas rotas.
Cayeron como debieron callar.
Sonaron como debían espachurrar.
Mintieron como se debe de verdad.
El asfalto, los adoquines de ese viejo camino preñado de semillas blancas, desnudas, reales, palpables, recientes y eternas, reminiscencias de deseos coagulados y anudados, de extrañezas... el muro derribado.... las pajas...mentales..... el rostro hechizado y la sangre caliente inerte. La vida en un puño, y las manos rotas, las muñecas llorando, el sentido perdido, la realidad maquillada y el dogma quebrantado.
La sangre blanca muerta.
Y sólo una palabra, un gesto, un giro puede de nuevo renacerla de esa tierra de nada, de nadie.
Pasarlo mal curte pero enraiza.
La inspiración, es evidente, envuelta en sangre blanca.
Moribunda.