Iniciado por
nietze
(AVISO: LADRILLAZO AL CANTO)
Es el estilo agresivo de don Juan Manuel (no el autor de El Conde Lucanor, sino de Las Máscaras del Héroe, novela de cierto mérito, en mi soberbia opinión), católico militante y hombre felizmente casado al que sería difícil imaginar yendo de putas, más por lo segundo que por lo primero. No creo que su intención fuese atacar a las putas y los puteros, sino a los cazadores –al parecer ventajistas- que menciona en su artículo. Estos plumillas escriben a veces a contrareloj, sin demasiado tiempo para pensar, y a menudo, en el deseo de ser ingeniosos, les salen comparaciones poco afortunadas, como esta suya de ahora.
Pero lo que a mí me parece interesante es precisamente eso, lo que a él -como a tantos otros- le sale “sin pensar”. O sea, los prejuicios. Sonará exagerado a algunos, pero a mí siempre me ha resultado curioso que la gente tenga prejuicios con las putas y los puteros pero no con los médicos y sus correspondientes pacientes, siendo profesiones ambas, la medicina y la prostitución, que comparten la actividades de desnudar, tocar, palpar y –muy frecuentemente- penetrar, y que, por tanto, aunque sólo sea desde un punto de vista lunático, guardan algún lejano paralelismo formal. En consecuencia, claro, a cualquier padre le parece aceptable e incluso deseable que su hijo o hija se haga médico o médica, pero no puto o puta. Y, volviendo el argumento del revés, me ha resultado siempre extraño también que la gente considere lógico acudir a un abogado(a) para resolver un pleito o a un arquitecto(a) para construir una casa, pero no a una puta(o) para tener sexo. En este sentido, cualquiera consideraría una locura dejar que te haga un chalecito una desconocida que encuentras borracha una noche en un bar, pero no un francés.
Cuando he sacado este tema en público he recibido todo tipo de respuestas, la mayoría de las cuales pueden resumirse en una idea común: la medicina, la abogacía, la arquitectura, etc., son activades positivas, o sea, “decentes”, pero no así la prostitución.
He buscado en el diccionario de la RAE el significado de la palabra “decente”, y esto es lo que he encontrado: “1. adj. Honesto, justo, debido”. Ahí está el quid de la cuestión: para la mayoría de la gente la prostitución no es una actividad honesta, justa o debida. Eso explica, dicho sea de paso, su falta de regulación, porque sólo las profesiones positivas o “decentes” merecen tal tratamiento.
Pero ¿por qué no la consideran honesta, justa o debida? ¿Es algo que han determinado después de largos y sesudos razonamientos? No, es algo que viene dado desde el principio de los tiempos, desde que se definieron los conceptos de honestidad y justica y se estableció lo moralmente debido. Es algo que se acepta sin pensar, como todos los demás códigos sociales. La prostitución fue considerada desde el principio un ataque directo contra la sociedad, que necesitaba estructuras bien organizadas y fáciles de controlar. Como cualquier otra actividad sexual no regulada, era un atentado directo contra la “célula básica” de esa sociedad. Por culpa de la prostitución puede haber tipos como yo, que sólo piensan en acostarse con el mayor número de bellezas posible y ni se casan ni tienen hijos, con lo cual son difíciles de controlar. O, lo que es peor, tipos como Osito. A la sociedad no le importan los matrimonios abusivos o ventajosos o de simple interés, pero sí la libertad sexual, que es el comienzo de casi todas las demas libertades. La mayoría de la gente se traga sus consignas y las repite sin pensar, y eso es lo que ha hecho el ínclito don Juan Manuel.
Nota: Todo lo anterior se entiende referido a la Prostitución ejercida libremente y de forma voluntaria, algo que no es tan raro de encontrar, al revés de lo que pasa con la Medicina, la Abogacía y la Arquitectura (por ejemplo).