Hace no demasiado, deambulando por librerías de barrio, ojeando libros descatalogados, absorto y ajeno al neón, topé con un pequeño bademecum sobre mitología. Me atrajo a él una curiosidad infantil y el ansia por empezar su lectura cuanto antes. Recordé que no hacía tanto tiempo recorría, tras una pelota, los amplios patios de un famoso centro educativo de los hermanos de La Salle....bien, lo diré, La Salle Bonanova (llamadme pijo, podéis). A lo que iba. Recordé las primeras lecciones de historia y cómo los pueblos acudían a la transmisión oral, de padres a hijos, de los acontecimientos que acabarían forjando su historia común. Pensé que las leyendas y la mitología eran, posiblemente, el último vestigio de esa transmisión oral de la cultura.
Me propongo ir colgando "historias", sacadas de aquí y de allá. De algunas aprenderemos, con otras nos reiremos y, quien sabe, quizás con las menos podamos conseguir que esos pequeños locos que, como yo mismo hace más de cuarenta años, gritan en los parques corriendo tras una pelota, abran sus ojos como platos imaginándose en mundos de ones y princesas....lejos de la play station.
Por descontado, os animo a que participéis contando las historias y leyendas que sepáis, vengan de los libros o de la tradición popular. Eso sí, para que todos podamos entender, cuidemos la gramática.
La primera historia se la dedico a Trave.......por motivos que ella sabe.
LOS JÓVENES BYAKKOTAI
Esta historia empieza en el salón de casa, viendo una pelicula de Robert de Niro y Jean Renno por título RONIN. Durante un momento del metraje un ex espía (la Securité, supongo) realiza un diorama (maqueta que refleja un episodio histórico, la mayor de las veces de contenido militar) en el que aparecen unos Samurais tomando el castillo de un Sogun. Cuenta una grandiosa historia que versa sobre el honor, las normas del bushido y la lealtad al señor. Si, lo sé, otros tiempos. A medida que el actor relataba su historia mis ojos se ponían como platos, mi boca se entreabría y mi pericardio, al compás de mi sístole y diástole, parecía estallar. Me juré que algún día pisaría la tierra de los Jóvenes Byakkotai, la recogería entre mis manos y alcanzaría a oir (muy posiblemente en pleno éxtasis) el ruido metálico de las katanas golpeando escudos, el grito sordo de los heridos y el chasquido descompasado de las llamas.
La historia se desarrolla en el centro de Japón, en el actual distrito de Fukushima-Ken y en un pueblo que afortunadamente no pisan los tour operadores, por nombre Aizu-Wakamatsu, capital del clan de los Aizu durante el periodo Edo. La historia nos remonta a la segunda mitad del S.XIX, cuando se instalaría definitivamente el período Meigi. Los señores feudales (sogunes) se habían revelado al poder del emperador y en ese período de guerra civil (denominado Boshin) parecía ya evidente que acabarían perdiendo la guerra. Uno de los pocos clanes que aún mantenían en jaque a las tropas del emperador era el de los Aizu quienes, anclados en la más estricta tradición, luchaban al amparo del espíritu del Bushido (el espíritu del samurai). El tiempo que estuve en Aizu-Wamakatsu no vi occidentales. El que viaja a Aizu sabe lo que busca. Hay pocos hoteles y de máximo, dos estrellas (europeas). No se habla inglés y se come japonés, japonés y más japonés. Volveré.
Sigo. Existía en Aizu una de las más importantes escuelas/academias de samurais llamada Aizu Bukeyashiki (un Westpoint a pequeña escala) en la que se entrenaba en las artes de la guerra a los jóvenes samurais de no más de catorce o quince años. Con las tropas del emperador a las puertas de la ciudad, los muchachos abandonaron el centro y se posicionaron en una colina (limori-yama), desde donde se divisaba gran parte del pueblo. A lo lejos (no más de ocho o diez kilómetros en línea recta) se divisaba el imponente Castillo de Tsuruga-jo, residencia del señor del clan Aizu. Cuenta la leyenda que al ver los jóvenes samurais cómo se levantaban extensas y densas columnas de humo del interior del Castillo, decidieron cometer el suicidio ritual de Sepukko, evitando el desprestigio de la derrota y enjugando en su propia sangre la sangre derramada de su señor. lo cierto y verdad es que las columnas de humo no salían del castillo y si de las chozas que a su píe se agolpaban. El Castillo, de todas formas, sería asaltado y tomados dos meses después.
La colina, existe. El castillo, existe. Las fotos de los jóvenes samurai existen. Las tumbas existen. ¿Qué hay de verdad y qué de leyenda? No lo sé pero "Si non é vero e benne trovatto".
Espero no haberme extendido demasiado. Prometo ser más breve en próximas ocasiones.
P.d.: Tengo algunas fotografías que podría colgar pero mi técnica con la informática es patética, así que espero que alguien me indique cómo hacerlo.
un saludo