Bueno va de confesiones.
A mi me apasiona el sexo oral. Y, a distancia de alguna opinión, creo que es, por una parte, la práctica que menos sumisión de algún sexo supone y, por otra, la que más puede distinguirnos de los restantes animales evolucionados.
Me explico
No es sumisión en ninguno de los dos casos. Es absoluta devoción del practicante al practicado. El primero se concentra en dar placer al otro, independientemente de cuanto disfrute haciéndoselo. Yo no sé deciros si me encanta más recibir o dar en la sublime práctica. Recibir es muy simple. El placer también. Dar es más complejo. Por una parte recibes unos estímulos sensoriales en forma de sabor, de intensidades de flujos, de aromas, de movimientos... de sonidos. Un mensaje simple: lo está pasando bien, genial!. Después, si hay suerte, notarás el éxtasis de una mujer... en primerísima fila. Es tan distinto de los nuestros... tan rico de matices... como todo en ellas. La penetración si supone sumisión, por propio concepto, cinemática e incluso geometrías. Aunque sea aceptada y deseada, no dejamos de entrar dentro de ella, de poseer.
Los animales se lamen, sí, y olfatean. Es un vehículo e transmisión de información. Pero no sólo sexual. Dudo que se exciten. No lo necesitan. Ellas están en celo, ellos responden siempre.
Sólo algún final puede significar sumisión, especialmente nuestros explosivos finales... es que solo servimos para ensuciar, ya me lo decía la abuela... Pero aún así, cuando la complicidad lo permite, la sumisión inicial de un rostro lleno de tu esperma, al que inmediatamente después besas apasionadamente, se convierte nuevamente en devoción... ahora compartida.
Entre el recuerdo y el anhelo me voy a poner enfermo. Corto aquí. Ni saludo.
¿Sabor de almendras amargas?. No sé. Nunca comí una almendra amarga, pero si saben así deberé aficionarme.
Oliba (ave nocturna gourmet)