Estas fechas en que a muchos se les despiertan sensibilidades especiales, en que por tradición o por no dar la nota, solemos desearnos felices fiestas, tal vez sin ser demasiados conscientes de que si quieres a alguien, lo más razonable es que le deseáramos que fuera feliz siempre y no tan solo en estas fiestas, permitidme que haga una reflexión y deje de lado el halo de imbecildad habitual y os explique una historia algo más seria a ver si el capullín del Cornette tiene a bien colgarla en posts memorables.
Al grano, que si no Trave no me leerá (hazlo, que tengo ganas de que me vuelvas a castigar). Tengo entre mis amigos un extraño personaje al que en nuestro círculo le llamamos el "Sería feliz si...". Supongo que ya os imagináis porqué.
Cuando éramos jóvenes y sin compromiso ya le empezó esa extraña manía. Con 21 años, buena posición económica, sin preocupaciones sobre nuestro futuro, todos éramos felices por como se estaba encarrilando nuestras vidas. Eran otros tiempos y por poner algún pero... follábamos, pero follábamos poco y mal ya que como no habían películas porno no íbamos mucho más allá del misionero y de una mala posición en el asiento delantero del coche. Hecho ese pequeño comentario, todos éramos felices. Todos menos él ya que, en vez de disfrutar el buen momento en que vivíamos, empezó con esa dichosa cantinela que le ha perseguido casi toda su vida. Estaba bien, pero no era feliz, el sería feliz si... se pudiera comprar el Lancia Beta rojo como el que tiene Juanito. Dicen que quien la sigue la consigue y pudo comprarse el coche de sus sueños. Pero no fue la solución a esa dichosa cantinela: Sería feliz si... Esta vez si encontrara una buena chica que me amara. Y la encontró y se casó con, probablemente, la chica más encantadora de la comarca. Pero compraron un piso y él para no cambiar, sería feliz cuando hubiera acabado de pagar la Hipoteca. Tuvieron un hijo y finalmente pagaron la Hipoteca pero él aún no era feliz. Sería feliz si... pudiera viajar y conocer mundo. Viajaron a París, Londres, New York, Vietnam, Tailandia, Argentina, Japón... y parecía que se acercaba a la felicidad, pero para ser feliz aún le faltaba algo, el sería feliz si no tuviera que trabajar tanto. Le tocó la Primitiva: 782 millones de pesetas y pudo dejar de trabajar. ¿Feliz?... no, el sería feliz si pudiera volver a ser joven, si su amada esposa no fuera una encantadora madura que lo quería como el primer día, si no una joven de 1,70, 95-60-90. Y dejó a su esposa para irse a vivir con una joven como soñaba. Y aún ni por esas, el sería feliz si...
Hoy, después de que las mujeres que han pasado por su vida casi lo dejan en la miseria, que las malas pasadas de la edad lo han dejado impotente por una tonta próstata, que se mira al espejo y ve en él un viejo decrépito... hoy es feliz. Es feliz de haber tenido un buen coche, de haber convivido con una mujer maravillosa, de haber podido viajar, de haber tenido dinero... ¿sabéis porqué? porque el pobre durante tantos años tuvo una enfermedad, una extraña y dura enfermedad que hasta hace muy poco no ha sido diagnosticada: El síndrome de la felicidad diferida. Imaginaos que se la hubieran curado hace unos cuantos años... ¡Lo feliz que habría sido!.
A veces cuando no me siento feliz me preocupa la posibilidad de que me la haya contagiado.
Sed felices, hoy, mañana y siempre.