Fue un domingo extraño. Estaba despierto a las siete y media de la mañana, solo en mi piso compartido y sin resaca. Unos mejillones en mal estado se habían cruzado en mis planes, y lo que esperaba que fuera una noche loca había acabado llevando a mi amiga en coche a casa de sus padres (de donde seguramente no saldría en todo el dia).
En pijama, me preparaba algo de comer porque tanto trajín me había dado hambre, cuando escuché abrirse la puerta. Me di la vuelta y mi compañera de piso asomó por la cocina.
-Creía que este finde no se quedaba nadie aparte de mí- le dije
-Al final me liaron para ir a una fiesta.... Huele bien, que haces?
-Té y un par de bikinis, quieres uno?
-Síiiii, me muero de hambre.
Entré en el comedor con la bandeja de desayuno y la vi. tumbada en el sofá quitándose los zapatos. Era menuda y con la piel tan morena que en verano podría pasar por mulata.
-No me extraña que te duelan los pies con esos zapatos- observé.
-Para lucir hay que sufrir- me contestó mientras cogía medio bikini y le daba un mordisco.
Me levanté, fui a mi habitación y volví con un bote de gel.
-Anda ven, te daré un repasillo en los pies- dije mientras acercaba un puf para sentarme a su lado.
Empecé con el pie izquierdo, masajeando del talón hacia arriba.
-Que rico... ¿Dónde has aprendido?
-El dolor de pies me viene de familia, como lo de ser pobres.... Seguro que también te duelen las pantorrillas.
-Me he pasado casi toda la noche en pie
-Si te pones algo más corto te hago el servicio completo- dije con media sonrisa
-Me quitaré los pantalones. No llevo tanga, así que no creo que veas mucho más que cuando me viste en bañador en la playa.
Se bajo los pantalones dejando al descubierto unas caderas redondeadas y unas braguitas moradas. Se tumbó boca abajo apoyando la cabeza en el brazo del sofá. Seguí un rato más con los pies, para poco a poco subir por las pantorrillas y liberar tensiones. Al rato subí por los muslos, cosa que no la molestaba o eso dejó entender al dejar escapar un gruñidito y separar las piernas un poco más de lo debido. Al rato había levantado ligeramente el culo, con lo que alguno de mis pases rozaba una entrepierna que se empezaba a calentar bastante.
Cuando me quise dar cuenta una mano le daba un relajante masaje en el chochito mientras la otra le dejaba al descubierto la espalda, y descubrí con alegría que no llevaba nada más que la camiseta. Me subí a horcajadas, aparté su cabello y le di un mordisco suave en la nuca, ella correspondió con un gemido y un mohín de rendición, la besé en el cuello.
-Deja que me levante- dijo
Me senté el el sofá y una alegre erección me asomaba por el pantalón del pijama. Se intentó poner encima mío pero la agarré con firmeza y la tumbé boca arriba en mi regazo. La miré a los ojos, baje la vista y confirmé lo que siempre había sospechado: unos pechos pequeñitos pero muy bien hechos, con unos pezones oscuros, color café con leche. Le acaricié el costado suavemente hasta llegar a las caderas, ahí di un giro en el rumbo y metí la mano bajo sus braguitas -que ya tenían una mancha de humedad visible, comprobando con satisfacción que su esteticién era de las que cuando hacia las ingles no olvidaba los "bigotes". Metí un dedo con cuidado, lo mojé y me lo llevé a la boca.
Se levantó de un golpe y se puso encima de mí, empezamos a besarnos, mis labios no dejaban de hacer un puente aéreo entre su boca y sus pezones.
-¿Quieres que vaya a buscar condones?
-Ya tengo un par en el bolso- me dijo mientras se bajaba las bragas.
Escondió mi polla un rato en su boca antes de ponerme la goma y empezar a cabalgarme suave, como al trote. La tenia agarrada por las caderas y con disimulo me acerqué manualmente a la puerta de atrás. Empecé rozando con la yema de los dedos y cuando noté que ese masaje también funcionaba metí la punta. Dió un respingo y lo aparté.
-Perdona, no quería meterme donde no me llaman
-No es que no me guste... A veces me he metido un dedo por ahí, pero nada más.
-¿Nada más?
-No, pero notarme llena por delante y tu dedo por detrás puede estar bien, no?
-Eso lo dejaré a tu opinión
Me moje el dedo en la boca y le acaricié el "tercer ojo" por fuera. Lo moje en la suya y al tiempo que subía y bajaba empecé a entrar lentamente. Pronto tenia dos apéndices perdidos en su entrepierna y el ritmo había subido al límite de mi resistencia cardiaca.
-Para un momento, me vas a matar
-Tú también me estas matando -me dijo con la voz entrecortada- Quiero que me lo hagas.
-¿El qué?
-El culo.
Se puso a cuatro patas en el sofá, bajó los hombros y se estiró como un gato cuando se levanta de la siesta. Cuando vi. separarse los cachetes no pude evitar abalanzarme y darle unos lametones. Gemía de placer y decidí seguir un rato con el beso negro mientras le metía un par de dedos en la rajita.
-¿Estas preparada? Si te duele avísame.
Apoyé el capullo en la entrada sin hacer fuerza y lo deslicé arriba y abajo un rato. Después entré suavemente hasta que desapareció la punta. La dejé un rato y poco a poco empecé a bombear a ritmo lento. El dolor sordo del principio dejó paso al placer y cada vez me dejaba entrar más.
-Vas a hacer que me corra- le dije
-Yo también me voy a correr, no pares.
Un escalofrió me recorrió el espinazo mientras notaba como vaciaba en el condón. La saqué con delicadeza y me senté a su lado mientras le hacia un nudo a la goma.
-¿Te ha gustado?
-No ha estado mal para ser la primera vez.
Miré el envoltorio del condón sobre la mesa.
-Así que eres tú quien me manga condones del armario del baño!!
Se rió y me besó en la mejilla.