Estimado miembro, te escribo unas breves líneas, ya en el meridiano de mi vida –meridiano estadístico ya que en mi estimación real... ni de coña- para hacer una repaso de nuestra vida juntos, como homenaje a mí otro yo.
En la niñez, eras aquello que sobrabas. No sabía quien ni por que se había puesto ahí semejante pedazo de carne que colgaba. La curiosidad innata propia de la edad me hacía buscar una utilidad más allá de la propia micción para aquel guiñapo. Mucho experimenté y lo único que conseguí fueron reprimendas de padres, profesores y cuantos me veían manipularlo, incluida la gorda vecina del quinto que se empeñaba en taparse los ojos y contárselo a mi madre.
Y yo me preguntaba, joder, si me enseñan que los ojos son para mirar, la nariz para oler, la boca para comer... pues la polla ¿para?...
Pues nada. Fue una mala época para mi querido miembro. Solo aprendí que había que ocultarlo, que era algo sucio –y mira que me la lavaba, pero nada-, que no se hablaba de eso y cosas así.
Luego llegaron las primas y el juego de médicos. Eso ya era otra cosa. Rápidamente asimilé que aquello tenía dotes mágicas. Hostias!!!, aquello crecía y menguaba. Empecé a preguntarme el motivo de que no ocurriera con otras partes de nuestra anatomía. ¿Qué no llego a por las patatas?, estiro el brazo y cojonudo... pero nada.
Ahí tomé conciencia de que tenía vida propia. Por eso es el miembro. ¿Por qué sino?. Y le gustaba jugar a médicos una barbaridad..., pero, ¿y a ellas que no tienen miembro...?, ¿por qué?. Todo un misterio.
Luego llegaron los problemas. Aquello gustaba de estirarse en los momentos menos apropiados y joder lo mal que se pasa. Inexplicablemente, cuando veía a una chica que me molaba, ahí estaba aquello enorme para avergonzarme y hacerme salir corriendo. Los pantalones ajustados que se llevaban en aquella época no ayudaban una mierda.
Más problemas, en la piscina, en la playa... la jodida moda de los bañadores tipo slip y aquello que salía por arriba o por un lado o por otro... mal lo pasé, hostias!!!!. Siempre me ponía moreno por la espalda., pero el pecho... el pecho siembre blanco...
Un día comprobé que en las discotecas, cuando llegaba lo lento, aquello de arrimarse molaba a ambos sexos. El miembro se lo pasaba de puta madre... hasta que comenzaba lo rápido y a tomar por saco. Dolor de huevos y para casa. En aquella época las chicas eran muy estrechas y a lo más que aspirabas era a que te tocara una calienta... miembros...
Hasta que una noche ocurrió. Me desperté empapado. ¿Meándome a esta edad?. Pero aquello... ¿qué coño era aquello?. Joderrrrrrrrrrrrrr, que hijo de puta el miembro este. ¿Por qué coño escupe?
Ya aquello no podía parar. Mi miembro y yo nos hicimos muy amigos. Tanto, que nos acariciábamos a cada instante, en cualquier sitio, en cualquier situación. Pero el cabrón no dejaba de escupir aquello que guarreaba todo, de difícil limpieza y disimulo. Pero cuando salía... molaba tanto... que no lo podía refrenar.
A mis primeras novias, mi miembro las daba bastante respeto. Si, si, respeto al principio pero se terminaban haciendo más amigas de él que de mí y hasta a veces me volví celoso. Así llegué a mi primer francés. Mi primer francés fue extraordinario y merece relato aparte. Se terminaron las pajas. francés a todas horas...
Luego tuve pareja estable. El miembro se resistía pero yo luchaba por ser hombre de una sola mujer. Pero el miembro necesitaba más mimos y cuidados. Cambié de pareja una y otra vez pero el cabrón del miembro se negaba a ser miembro de un solo proyecto. Además continuaba martirizándome casi las 24 horas con aquellas erecciones inapropiadas que tanto me habían jodido siempre.
Ahora y para no aburriros con más detalles, después de muchos años mi miembro y yo estamos perfectamente coordinados. Después de toda una vida juntos, he cedido. Él piensa por mí y me dice lo que me conviene. No sé si me va mejor o peor, pero he aprendido que es importante estar compenetrados. El expulsa aquello cuando yo le digo, de la forma que yo le digo y él tiene sus dosis necesarias de complementos. Nunca me falla y el placer que me produce es infinitamente superior a lo que nunca hubiera imaginado.
Por todo ello, estimado y querido miembro... cuando mueras tú, moriré yo... y que nos quiten los “bailao”...
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