Te veo por primera vez y tiemblan tus manos y quiero pensar que es por mi. Te hablo mirándote a los ojos y escuchas el calor que desprendo, lo recibes , noto que te envuelve...
La poca distancia que nos separa se repite en mi cabeza y mi mano se vuelve guía y me muestra lo que deseo. Te rozo la rodilla, me muestras tu morbosa timidez.
Se acaba nuestro tiempo y la despedida me sabe a poco.
Quedamos. Llegas a mi casa y me doy prisa en besarte los labios y se me antoja lamerte. Me espero, me gusta regocijarme en tu pícara timidez y llenarme de tus ganas.
Hablamos, nos deseamos y me adentro en tu boca. Tus labios me encienden. Me echo hacia atrás y noto fluir por mi vagina, ardo, tengo prisa.
Te frotas contra mí y no puedo dejar de pensar y decirte, - te la quiero comer!-.
Me arrodillo y tu polla desaparece entre mis labios mientras palpita y acelero el ritmo. Jadeas, respiras rápido y fuerte y me excito sobremanera y no puedo decidirme, no sé que parte de mi desea más ser penetrada. – Quiero follarte-, me dices.
Uff, te doy la espalda y te miro mientras me abro las nalgas. – Dame fuerte!-.
La pared se vuelve nada contra tus embestidas, mi cuerpo se envidia, te quiere por todos lados.
Me follas. Mi boca se hace agua y me pide a gritos tu final.
Abres los ojos, los fijas. Te follo con mi boca y te pierdes dentro de mi. El sabor amargo de tu final no quiero compartirlo y desfallezco a tu lado.
Me llenas de caricias, saboreas el amargo de mis labios y mi pelo se vuelve algodón entre tus dedos.
No hay “pacto”. Te deseo de nuevo.