Y llegó el mediodía, un asco de mañana. Estaba agobiado del trabajo y no tenía ganas de nada. Pero tenía que comer y pocas ganas tenía de aguantar gente ese día. Ya los había aguantado bastante en el trabajo.
Llegué a casa, aquello parecía un horno. Empecé a abrir ventanas para que entrara algo de aire, conecte el ventilador, me despeloté. Pero, ni por esas. Maldije no haber comprado aquel aire acondicionado. Pero total para un piso de alquiler, que quería.
Abrí la nevera y divisé unos spaguettis del día anterior. Estaba salvado, pero necesitaba queso rallado. Me maldije de nuevo, no había ni rastro. Pensar en salir al super me causaba pavor debido al bochorno que caia.
Mi cabeza daba vueltas, pensé en ir a pedirlo a los vecinos. Los histéricos de abajo se habían ido, sólo quedaba la de arriba. Era una chica alta, buenas piernas, poco pecho y de cara no era para tirar cohetes. La encontraba bastante estirada, con unos aires de superioridad y bastante snob, creo que era separada o algo así. Tenía un hijo, y conmigo me hablaba lo mínimo, básicamente porque nunca coincidiamos. Acostumbro a ir a mi rollo, y total este piso era solo por unos meses hasta encontrar algo mejor.
Me puse una camiseta y unos pantalones y subí la escalera. Había solo un piso por rellano. Asi que era mi única opción. Alguna vez nos habíamos hecho favores similares.
Pero sin intimar en nada más.
Llame al timbre. Volví a hacerlo. Me parecía oir pasos. De repente me preguntó sin abrir la puerta quien era.
Le conteste:”Soy el vecino de abajo, no quería molestarte, ¿pero era para saber si tenias queso rallado?”
Hubo un silencio largo. Pensé que se había derretido por el calor o algo parecido. Con un hilo de voz me soltó:
“Lo siento no puedo abrirte, no estoy visible”
Empecé a refunfuñar para mis adentros, sólo imaginar lo que supondría salir a las dos del mediodía con treinta y ocho grados a la calle me mataba.
Otro día me hubiera ido y ya estaba, pero me salió la vena cachonda.
“¿Qué entiendes tu por no estar visible?”
Y oí una risa a traves de la puerta.
Entonces me desnudé por completo y me quedé tal cual en medio del rellano.
“Ahora estamos en igualdad”le repliqué
Vi como la luz de su mirilla se oscurecía, y de repente se abrió la puerta.
De esa manera de cuando visitamos a las escorts, esa lentitud que se hace eterna mientras parece que cobra vida la puerta. Como si se hiciera mediante un mecanismo.
Y allí estaba ella con un minúsculo tanga, intentando taparse los pechos con el brazo.
“Sabes que estas un poco loco”
Y se volvió a reir.
Yo intente imitarla tapándome con las manos mis atributos. Y me dirigí hacía la cocina dejándole ver mi trasero.
“Por cierto,le dije mientras abria la nevera, me has salvado la vida”
“Y tu me has alegrado el día con tu ocurrencia. Normalmente vas desnudandote cuando vas pidiendo cosas al vecindario. No se te ocurra ir al primero así. Los histéricos de allí son capaces de denunciarte”,me contesto.
En ese momento se giró con el queso en la mano dejándome ver sus pechos pícaramente.
Yo le correspondí el gesto, alargando los brazos y dejándole al descubierto mis vergüenzas, que en ese momento ya se habían puesto firmes delante de tal visión.
“Nunca había notado tanta excitación por un poco de queso”,me dijo mientras dejó caer el queso al suelo.
Y se agachó lentamente, mientras en mi cabeza el deseo iba en aumento mientras veia como ella se levantaba y se paró delante de mi pene.
Me miró risueñamente y empezó a lamerlo, suavemente. Hasta que se la introdujo totalmente mientras me cogía del culo. Entonces le empecé a acariciar el pelo. Y vi como su excitación iba en aumento al igual que su ritmo.
En ese momento le hicé un gesto con la mano para que se levantara. Y empezamos a besarnos con locura. Como si hiciera tiempo que no besara.
Entonces en ese momento, me susurró al oido.
“Penetrame toda, quiero sentirte dentro mio”.Y alargando la mano sacó de un cajón un preservativo.
Me lo puse y desde entonces el queso rallado me sabe diferente