El ver y ser vistos es una de las prácticas que encuentro más eróticas y placenteras. Y yo, sinceramente, peco de ambas cosas.
Me encanta saber que me miran y desean. Me encanta sentir miedo a que puedan verme, aunque en realidad sea lo que profundamente más desee.
Me gusta imaginar que un chico me mira desde su ventana, cuando en mis momentos más íntimos, me desnudo y acaricio en mi habitación. Sentir su mirada clavada en mi cuerpo, deseándome. Deseando estar ahí conmigo. Yo pretendo no darme cuenta de sus miradas. Él, asiduo cada noche a la misma hora delante de su ventana buscándome, hasta que me encuentra.
Como una chica me mira en el vestuario del gimnasio. Entre nosotras todo es más sutil y discreto. Las chicas por naturaleza somos curiosas, nos miramos de arriba abajo. Pero yo diferencio perfectamente una mirada de curiosidad con la suya, de deseo por sentirnos. La miro fijamente durante unos segundos, la sonrío tímidamente y voy desnudándome para ella muy poco a poco. Aunque esté el vestuario lleno de otras chicas que no se llegan a imaginar lo que nuestros pensamientos están tramando en ese momento.
Y por supuesto me encanta observar también. Me encanta ver a una pareja en el cine, sentados en la misma fila que yo, como se acarician y buscan encontrar sus puntos más erógenos. Creen que no puedo verlos pero me doy cuenta de todo lo que está ocurriendo en ese momento. Siento el placer que están sintiendo ellos solo con mirarlos. En ese momento tengo la tentación de acercarme a ellos y hacerles saber lo que estoy deseando. Pero me conformo con mirarlos y disfrutar con ellos, aunque sin ellos saberlo.
Me encanta vivir momentos morbosos donde la imaginación y el placer oculto dominan la situación.
¡Que agradables sensaciones!
Besitos y dulces sueños…
Carol Tu diAMANTE Secreta