Hoy es una tarde lluviosa, unas de esas tardes que me hacen recordar mi infancia. Aquellas en las que mi abuela para evitar que estuviéramos revoloteando por casa solía explicarnos alguna historia. Hoy, para los que se aburran voy a narrar una vivencia personal. No es erótica, no es triste, tampoco divertida. Es una historia real, con unos personajes que son personas de verdad. Es como aquellas batallitas que los viejos explicamos para revivir una parte de nuestra vida.
Hace tiempo, no recuerdo cuanto, cuando quería conocer mundo, cuando mi curiosidad guiaba mis pasos, cuando... sí también cuando mi sexualidad hacía que fuera asiduo a las aventuras de pago. ¡Que tiempos aquellos!, que cruel es la vida que ahora que me sobra tiempo,ahora que tengo el dinero, ahora ya no tengo esa fogosidad de antaño para emprender nuevas aventuras. Que ingrato es el paso del tiempo que ahora me da lo que no tenía y me quita lo que necesitaría para poder disfrutar de la vida.
Hace tiempo y aún parece que fuera ayer cuando conocí a Adela, joven, guapa, educada, de indumentaria algo cursi pero lo que interesa, una trabajadora sexual, de aquellas chicas que como muchas otras deciden que es mejor vivir la vida y aprovechar las debilidades de los que se lo pueden pagar. Adela tenía unos veinticuatro años, era una chica alta, con larga melena rubia, con una mirada huidiza. Su cuerpo no era especialmente bonito, tenía las medidas al uso y su piel era suave y tersa producto de su juventud y Dios sabe cuantas pócimas para conservar su textura. Era un cuerpo que se adivinaba en él el esfuerzo de una estricta dieta. Sus pechos eran pequeños, pero bellos, con unos pezones rosados de un tamaño ideal para ese busto de justa medida. Un piercing en el ombligo era probablemente un alto en un camino de tanta armonía. Su pubis depilado era la antesala de un sexo bello, proporcionado, con unos pequeños labios y en los que hallar ese lugar que las hace vibrar era un placer solo al abasto de “caballeros solventes”. Se anunciaba en Internet y para añadir más glamour a esas fotos llenas de elegancia añadía en ese texto que nunca solemos leer los puteros que era aficionada al esquí y al tenis, que le gustaba viajar y que era una amante de la buena lectura.
Nuestro encuentro se hizo esperar. Nunca encontrábamos ese momento mágico para sublimar la gran pasión que día a día iba “in crescendo “ con tantas llamadas teléfonicas y aquellos escritos en los que casi nos declaramos amor eterno. Esa pasión nacida de tanta relación y tanta espera, pudieron con los dos plantones ¿o fueron tres? con que me obsequió, e hizo que perdonara tanta informalidad. Tanta era mi curiosidad, tanto ese fuego interior por esa tensa espera, por ese ¿que tal el próximo jueves?... No no puede ser tengo trabajo ¿y el martes?, tampoco tengo que ir al masajista... Que tensa es la espera y como es capaz de sorberte el conocimiento con ese morbo añadido, con esa intriga, con ese idealizar esas palabras tan bien escritas, que te dicen lo que quieres escuchar, que te hacen imaginar. En definitiva, que te hacen alejar de la lógica y pasar página ante tanta informalidad y tantas dificultades que hacen que sientas más que intentas ligarte a una novia, que pagar por un par de horas de sexo.
Un encuentro así, cuando llega el momento, tiene todos los números para ser un rotundo fiasco. La persona real, la de carne y hueso, se enfrenta a ese ideal que has ido formando en tu mente y más si te has enamorado de esas palabras tan bonitas que te escribe, y más si no tienes de ella más que una descripción escrita de como dice ser, y más si a partir de esa descripción, tu mente ha creado su propia imagen. Así pues, cuando la ves llegar, ves como es físicamente, te llevas el primer chasco. Pero este es un chasco menor ya que cuando empieza a hablar te invaden las dudas. Esa chica, que escribe tan bien, es incapaz de aguantarte la mirada, es parca en palabras, ¡joder! ¡que bien que escribía y que sosa que es en el cara a cara!... y sigue sin mirarte a la cara... ¿tan poco le gusto?, ¿tanto la disgusto?, ¿esperaba otra cosa como me está pasando a mí?. Malos augurios se ciernen sobre el inminente sexo. Y cuando los augurios ya son malos, mala es la continuación. Así que cubramos con un tupido velo el triste trámite de culminar ese ansiado encuentro, con un mal polvo, miles de besos virtuales y cientos de sueños sobre ese momento que se prometía memorable y no va más allá de una triste y poco placentera culminación del camino recorrido con una ingenuidad más propia de un adolescente que de un hombre ya maduro.
Sales de la cita con la extraña sensación de que, de alguna forma te ha tomado el pelo, que te lo ha tomado, de que quien escribía no podía ser esa chica sosa y algo tonta con la que has estado. Pero... esa chica tiene algo que engancha, tiene un halo especial, eso y nuestra gilipollez hace que perdonemos el mal polvo y decidamos seguir con esas misivas interminables, con esa relación a distancia y... olvidas lo sosa que es cara a cara, olvidas que tal vez te tomó el pelo y sigues, erre que erre, porque esa chica tiene algo que engancha, algo que hace que no sepas la causa, pero que seas incapaz de pasar página y dedicarte a seguir explorando nuevos mundos, buscando nuevas sensaciones que te resulten más satisfactorias. Adela, ¡ay Adela tiene algo que engancha!.
Pasa el tiempo y día a día, paso a paso la vas conociendo, vas sabiendo, aprendes a leer entre líneas, a asociar esas palabras con es chica sosa, mala folladora y tonta que aún hoy sigues dudando que sea la que escribe con tanto gancho.
Pero el tiempo es implacable, con el tiempo, con no tan solo esas bonitas palabras, con algo mucho tan concreto como es ver como vive la vida, de saber que es tan vacía que solo transmite lo que deseas que transmita, que nada hay en su interior, cuando comienza a desaparecer ese enamoramiento, poco a poco empiezas a descubrir que hay tras esa máscara de apariencia, que es solo un espejo en la que se refleja lo que tu deseas que se refleje. Cada día descubres una pequeña parte de esa verdad hasta ahora oculta. Y te asustas, ahora sí que te sientes engañado, vives en propia carne la traición y haces lo que debiste hacer aquella tarde después de haberte sentido engañado por esa chica sosa, que es incapaz de mirarte a la cara, que cobra una fortuna para darte un sexo mediocre, que carece de sentimientos ya que los que tu ves son lo tuyos. Huyes, miras de olvidarte de ella. Pero Adela engancha y sigues pensando en ella, a pesar de haber destruido todo rastro de tus contactos con ella, Adela marca y sigue ahí, en un rincón de tu memoria, o de tu corazón.
Pasa más tiempo y te preguntas porqué Adela aún hoy te engancha y empiezas a recomponer el puzle mental de nuestros escritos, pretendes deducir, crees hallar la causa por la que Adela engancha.
Adela una chica alta, de familia pobre que vivía en un barrio pobre de un suburbio de una ciudad industrial. Hija de clases bajas, que cuando empezó a desarrollarse, a crecer y hacerse una mujercita, empezó a llamar la atención de los chicos pijos de su escuela. Pronto aprendió que no hay mejor forma para que una chica atractiva pueda escalar rápidamente en su status social, que dar a los chicos pijos lo que ellos querían de ella. Que su vida podía enfocarse en dos direcciones bien distintas. O chica pobre con ropas sencillas y aspirar a ser cajera de un super o... esa chica que se relaciona con los chicos de buenas familias a cambio de darles lo que ellos desean de ella. Así pasan sus años de adolescencia y sus primeros de juventud, rodeada de chicos con ropa de buenas marcas, con unos bolsillos acordes a su clase social, con esa distinción que los hace aparentemente mejores, y ella... formando parte de esa élite por el módico precio de haberse convertido en el entretenimiento de pijos. De regalar su cuerpo y su integridad a cambio de ser una más de ellos y no una hija de currantes pobres.
Y sigue creciendo y esos niños pijos, hartos ya de los encantos que Adela no supo administrar, se olvidan de ella. Pero ¿y ella? ¿podrá volver con los de su clase?, ¿alguno aceptará a la que ha sido el juguete de todos los niños bien de la escuela? Y lo que es más importante, ¿será capaz Adela de aceptarse a si misma y volver al lugar que justa o injustamente le ha deparado la sociedad?. Es difícil cuando has conocido los lujos y la adulación, aunque haya sido a cambio de haber olvidado tu dignidad, hacer marcha atrás. Y Adela no puede así que a buscar como seguir en ese mundo que ha conocido y al que no está dispuesta a renunciar. ¿Quien dice que es imposible lo que todos creemos imposible?. Adela sabía lo que quería y estaba dispuesta a mover cielo y tierra para tenerlo. Estaba dispuesta a pagar cualquier precio. Estaba dispuesta si era necesario a vender su alma al diablo. Quien busca encuentra y Adela encontró buscando y rebuscando el mundo de la prostitución y en el a Luisma, el mejor de los profesores. El le enseñó que nunca debía pensar en ella, que lo importante es lo que sienten los demás. Que el cliente es lo más importante y que su vida debía centrarse en esta máxima, que ella para tener ese dinero que necesitaba para no ser quien era, para ser o aparentar ser rica y de buena familia, para pagarse cuantos caprichos tuviera, Para vivir esa vida a la que aspiraba en definitiva, tenía que olvidarse de ella, había de dejar de sentir, incluso de vivir para ella. Lo importante era el cliente, darles placer, que fuera capaz no ya de vender su cuerpo que eso lo saben hacer todas, de saber venderse ella, su alma, sus sentimientos y aprender, aprender cada día a dar a cada cliente lo que el pide de ella, ya sea sexo, amor, misticismo, romanticismo, lo que el cliente quiera, no existe la palabra no.
Y Luisma era un buen profesor, y Adela alumna aventajada. Dejo de ser ella, y dejó su forma de ser, su dignidad, su autoestima, su ser para ser lo que el cliente quería que fuera. Adela aprendió a ser la mejor cortesana, aquella capaz de ofrecerte lo que tu más deseabas. Adela ya nunca era ella, era lo que tu querías que fuera. Por eso Adela enganchaba, porque era capaz de ser como tu querías que ella fuera. Ella no existía, ella no sentía, ella era lo que el cliente quería que fuera, hacía o que el cliente pedía y Adela, la verdadera Adela debía yacer en algún cementerio mental de esos que todos tenemos en donde depositamos esos despojos que arrastramos a lo largo de nuestra vida sin quererlos recordar. Adela, por eso engancha.
Y Adela tiene lo que quiere, puede vivir como soñaba y siempre será como el cliente quiera, siempre hará lo que el cliente le pida. Adela está sola, no tiene amigos, ya su familia la rechaza o ¿es ella la que rechaza a su familia?, Adela es un cuerpo para dar placer y una mente para ser como el cliente quiere que sea. ¿Conservará en sus adentros aunque sea un un rincón olvidado algo de dignidad, algo de autoestima, algo de lo que era? ¿Para que? si es como cada uno quiere que sea, si es como cada uno de nosotros queremos que sea... ¿Soledad?, sus cientos de clientes, su cohorte de aprovechados...¿como va estar sola? Si en algún momento se siente sola, se pone sus Jimmy Choo y le hacen compañía... la soledad es de los pobres y Adela por algo es la mejor cortesana y por eso gana lo que gana. Adela tal vez ya no existe porque hoy ya es otra, la que quería ser y ¿como quería ser? Que importan los valores si se tiene lo que soñaba. Si mira atrás y piensa en lo que pudo ser, esta mil veces mejor a como estaría si no hubiera sido tan bien enseñada. ¿Feliz?, ¿existe la felicidad?. Para Adela su felicidad es su nuevo bolso, el que compró ayer tras ese servicio en la que demostró que es la mejor cortesana.
Adela no tiene alma, ni dignidad, ni tan siquiera personalidad. Adela es simplemente lo que nosotros queremos que sea, puta, amante, novia, amiga... lo que queramos pero sin sentimientos. Pero Adela engancha porque ha sido educada para enganchar y para gustar a los demás. ¿Es feliz? que importa, está hecha para hacernos felices, lo que ella sienta poco importa, ni le importa. Pero Adela... enganchaba hasta que me di cuenta de que solo era un espejo en el que se reflejaba lo que yo deseaba ver en ella.