Iniciado por
cipoton
Hoy he sido infiel, sí yo el que defiendo la fidelidad, que en algunas ocasiones he llegado a ofender a los que no han sido fieles, el sincero el que lo explico todo. Hoy he sido infiel, no he podido resistir la tentación y he caído en esa enfermedad que tanto he criticado hasta hoy.
Como acto de contrición y para liberar mi mala conciencia, aunque durante algún tiempo sufriré en mi imagen la prueba de mi infidelidad, os voy a relatar los hechos. No pido comprensión, ni quiero vuestro consuelo, simplemente que lo sepáis, que hoy he sido infiel. Aquellos que alguna vez se molestaron por la ostentación de fidelidad que hasta hoy he hecho, aquí tenéis vuestra oportunidad para machacarme.
Esta mañana salí de casa a dar un paseo para aprovechar mis últimos días de vacaciones y relajar la mente de los malos momentos pasados estos días con una esposa de un forero y su chófer. Iba absorto, pensando en mis cosas, sin fijarme demasiado en la gente que se cruzaba en mi camino, de hecho casi me atropellan al atravesar en rojo el semáforo de peatones. Parecía que nada ni nadie podría hacerme volver a la realidad de la ciudad. Mis pensamientos me absorbían y bastantes cosas tenía en mi mente como para que nada del exterior pudiera distraer mi atención. En esas…ahí estaba ella, con su short y blusita amarillos, bajita, con una cara angelical, media melenita y una mirada llena de picardía. Dejé todos mis pensamientos, diría que el mundo se paró ante tan angelical visión. Ella se dio cuenta de que en mi mirada, nacía la necesidad de estar con ella, que ya había robado mi corazón y que había doblegado mi voluntad. Su sonrisa y su mirada pasaron a dominar mi voluntad. No pude evitarlo.
Entré en el local en que trabaja, tras un lavado maravilloso, aún noto sus caricias en mi cuerpo, sus roces discretos y sensuales, sus miradas, su cuerpo tras esa diminuta camisetita y sus shorts que dejaban ver unas piernas preciosas. En aquel momento de locura, pensé en lo feliz que era con esa infidelidad, era un momento increíblemente sensual, lleno de aquella plenitud que nunca había notado mientras me lo hacían.
Pero la realidad es cruel y toda infidelidad tiene su precio. El mío, el haber sido al peluquero que me corta desde hace más de treinta años el pelo, será el lucir un horroroso corte de pelo con un montón de trasquilones y para colmo de mi delirio, cuando me pregunto si me cortaba las cejas, no tuve otra idea que decirle que sí pensando que me las arreglaría no que me dejaría sin cejas.