Coloco esta experiencia aquí.
Y lo hago porque aunque ella ha leído alguno de los cuentos con los que, de tanto en tanto os aburro y aplasto, me pidió que escribiera sobre ella, que le gustaba mi estilo cursi y descerebrado. Que si lo hacía para otras, porque no con ella. Pero para mi sorpresa, fue tajante, ningún dato, Gerundio, absolutamente ninguno. Escribe lo que quieras, pero no me identifiques, que tal y como estoy ahora ya me parece bien, no necesito publicidad ni nuevas parejas.
Sonará sospechoso, algunos pensarán que me doy pisto con una perla, que voy de exquisito, de profundo conocedor del mercado, otros que le doy a la bola y, finalmente, los peores, que me la guardo para mí solo. Esto último me cabrea, porque si así fuera y creedme que en algún caso he pensado en ello, no hubiera escrito nada sobre nadie y, de alguna, lo hubiera hasta prohibido. Es sencillo, quiere que le ponga unas letras, que le dé gusto. Y como no puedo en la cama, al menos aquí lo intento. Por ello, por la falta de datos, la coloco en este apartado y no en el de experiencias.
Sólo una pista y para una forera avezada y de prestigio, que no se dude de lo que digo, que existe, ha realizado algunos juegos con Paula, la conoce, por lo que su discreción está asegurada.
Empiezo el ladrillo.
Nuevamente un cuento. Y quiero tratarla, siempre lo intento con todas las damas, con extremada educación y delicadeza, para compensar como ella me trata a mí. Al principio le dije que no, un no suave, que no quería contarlo tal y como ella quería, hay que dar datos, que mucha gente comparte sus opiniones y que esa es la misión del foro. Porque en mi caso poca gente nueva conozco y si, además, no aporto datos, poco favorezco de quienes me aprovecho. Pero recordé lo que de jovencito me dijo un amigo, hoy un prestigioso y muy reconocido timador de bancos: “¡Que suerte tenemos, Gerundio, no somos Tajo ni Guadiana, por lo que nos volvemos atrás cuando nos da la gana!”. Pues eso.
Primero, unos antecedentes. Me remonto a la niñez. Tranquilos, no os asustéis, que seré breve. Pero hace unos cuantos siglos, cuando tenía 16 años, me presentaron a la madre de un buen amigo. Por entonces me permitía unos aires de gran burgués, todavía mi padre no se había arruinado y en Barcelona, en aquella época, nos conocíamos todos. Era una dama del Ensanche Barcelonés, sobre los 40 años, guapa, elegante, con ese toque pijo sin excesos que a todos, no lo neguéis, nos encanta. Un cuerpo, como describirlo, si, tomaré como ejemplo unas ideas de la Rosa Montero, un cuerpo muy bonito, nadie pondría esa edad, proporcionado, conservando esas formas que en la juventud debieron traer locos a todo el Consejo de Administración del Banco de España, con esa delgadez que no da régimen alguno, al contrario, es el resultado de tres generaciones bien alimentadas. La salude con cortesía, como me enseñaron en mi casa, le solté una lindeza que yo siempre he sido muy burro, y ella, con una cierta retranca, sonriendo, le comentó a su hijo: “Me gusta tú amigo Gerundio, va para verdulero, pero con gracia”. Y las pocas veces que la volví a ver, nos cruzábamos las miradas, yo avergonzado, y me decía que los adultos estaban equivocados, que eso que dicen del madurar debe ser porque se refieren a la fruta y no a la edad.
Y conocí a esta compañera de juegos de quien no puedo dar detalle, de una forma un tanto rocambolesca. No interesa. Otro día pongo a parir a quien me organizó la fiesta. Pero tuve suerte, porque concerté una cita a ciegas, para indagar, pudo pasar cualquier cosa, y se presentó una dama que era y es el vivo retrato de ella, para mi sorpresa. Pudo ser un autentico disgusto, una estafa, insisto, ahora no interesa, y se convirtió en un regalo.
Ya os he descrito una parte de ella. Es guapa y con un cuerpo natural, muy bien proporcionado, no representa su edad. No le pondría siendo exigente más de 35, es una delicia. Educadísima, coqueta, de esa coquetería que gusta. Inteligente, sabe leer muy bien a este descerebrado, que en algunas cosas por mi memez soy complicado, y cuando hablamos, sobre todo de viajes, con una modestia que sorprende, tú le cuentas a dónde vas y ella te cuenta de donde viene. Porque ya ha ido y vuelto, varias veces. Y todo ello con una naturalidad y sencillez que sorprende.
La considero cultura, no te apabulla, siempre se muestra discreta, pero como metas la pata, seguro, seguro, te pilla. No te lo dice, lo notas. Pero no sientes sonrojo, al contrario, lo agradeces. De estatura media, aspecto ligero, manejable, suave, de piel muy, muy fina. Cuerpo delicado, que no frágil. Y a su lado, si tienes dos dedos de frente, ya puedes medir dos metros, con dificultad estarás a su altura. No es mi caso, apenas me alzo a un metro del suelo. Os cuento una intimidad, de lo más curiosa, pero cuando estoy con ella y la veo entregada, delicada, siento unos enormes deseos de lo más obscenos, una deliciosa, agradable, sentida y pura obscenidad de la que no me arrepiento, en absoluto, estamos para eso, que me frena, al mismo tiempo, el respeto que me produce su compañía y presencia, su forma de mimarme, actuar y proceder, siempre con encanto. Y como ando muy liado gestionando ambas sensaciones, soy un perfecto idiota, ella lo nota, toma la iniciativa y combina las dosis oportunas, sin mi queja hasta la fecha.
Quizás para entender lo que ahora os digo uno ha de tener sobre sus espaldas los dos siglos que yo arrastro. Pero viendo fotos, experiencias y demás historias, no es ninguna crítica a vosotros, uno termina un poco cansado de tanta niña y jovencita, de algunas tontas que creen que con unos pechos y culos duros, con un “papito te haré gosar” o el consabido “me lo trago todo”, la fantasía ya está hecha. Y da gusto ver a alguien que, se ponga lo que se ponga, la he visto de muchas formas, siempre está elegante y que, cuando se muestra desnuda, más, pero muchísimo más. Clase, tiene mucha clase, aunque algunos bobos piensen que en esta materia y en el ambiente que nos movemos no es posible. Supongo que lo dirán por ellos mismos.
Y da placer también que ella entienda que, a algunos tipos de mi ralea canalla, nos gusta la fantasía y la verborrea, que tenemos una imaginación descerebrada, que sí, que sí, que nos va el sexo y cuanto más obsceno, mejor, que yo no me corto y le cuento para su horror todas las fantasías en la que ella participa (en algunas, hasta le ha dado la risa), pero que gustamos de mimos y caricias, de pausas y acelerones, que nos cuenten dulces mentiras al oído, que nos engañen con eso de “Gerundio, me gustas”, “Gerundio, te siento”, que un ligero gemido en el momento oportuno enardece más al amante que la más complicada tabla de gimnasia, que un beso, tierno y dulce en su momento enciende más pasión que el coro de mulatas del antiguo y autentico Copacabana.
Gusta de bajar la luz en los encuentros. No en exceso, a mi me gusta, ya sabéis, no veo solo con los ojos sino también con la imaginación. Y mantiene una posición elegante, muy especial, de cierto pudor, lo que todavía me excita más, porque permite descubrir, de forma muy delicada, poco a poco, ese precioso cuerpo que al inicio ella misma esconde. Es, no lo dudéis si creéis en mis cuentos, una autentica delicia.
Y ya por faena, que mal suena, ves que la timidez, no, timidez no, esto, esto, ……….. vuelvo a empezar, y ya por faena, que mal suena, ves que su pudor desaparece, sin excesos, que eso siempre conviene pues excita no solo lo que descubres sino lo que reserva y, poco a poco, muestra. Hasta que llega un momento que, sin reparos, puedes disfrutar de toda ella, desde los pies hasta la cabeza.
Es extremadamente dulce, muy dulce, ya lo he dicho al principio, fruta madura, en su punto, que aquí la edad no cuenta. Y tierna, muy tierna. Y si la acaricias, si la mimas, si le cuentas cosas bonitas que cuestan poco, fíjate si es fácil que solo has de decirle lo que ves, si nota que te recreas, que buscas lo mismo que todos pero que para llegar a ello te tomas tu tiempo, que la disfrutas y valoras, que para alcanzar su sexo trazas mil círculos y piruetas y ella se siente cómoda, entonces se entrega, se entrega, así, como suena. Y tú, en la más agradable sensación, te deslizas por su sexo. Deslizas, desssssssslizasssssss ¡que bien suena!.
Y uno, que es agnóstico desde que descubrió que tiene un cuarto de sesera, cree cuando está con ella en los milagros, porque uno desciende del mono pero de donde ella todavía lo estoy pensando. Las mujeres, ¡vivan los argumentos machistas y que se jodan las feministas!, son el mejor regalo de la naturaleza, si son como se muestra ella.
No es para todos. No es que vaya de exquisito, que yo trabajo en una cueva. Cuando digo que no es para todos me refiero a que, al menos por lo que yo aprecio, siempre he notado, aunque lo disimula muy bien, el que al inicio titubea, algo lógico por tratar con tipos de mi calaña. No es para sexo duro o extremo, solo viéndola, sus movimientos, su voz y forma de actuar ya lo delatan, pero si lo que deseas es conocer ese raro espécimen del que hablan nuestros abuelos, padres, nosotros, nuestros hijos y nietos (a partir de ahí ya estaremos muertos) cuando viendo a una señora, sonríen y comentan “eso es una mujer, gracias Dios porque es lo único que has hecho bien”, atención, he dicho mujer que no hembra, quien os comento es un buen ejemplo.
¡Vaya rollo nos has endiñado, Gerundio, total para describir a una pareja tipo novia! ¿Novia? ¿Tipo novia? ¡Pero qué memeces dices! Si tú o yo hubiéramos tenido una novia así, aquí estaría yo escribiendo y tú leyendo este ladrillo. Estaríamos donde solo un tipo con honor y decencia puede estar, preguntándole desnudos en la cama que es lo que le apetece y gusta, que estamos por ella, que o la vemos disfrutar o nuestra ridiculez no funciona, que hemos ido al gimnasio, hemos tomado ginsen reforzado, que estamos musculados, que nos hemos leído el poemario de la literatura universal en 1.200 tomos, nos hemos licenciado en técnicas orientales y que, tras todo ello, tenemos la presunción que, disfrutándola cual Tarzán persiguiendo unos cocodrilos para confeccionar unos zapatos a Jane, lo mismo, si tenemos suerte, nos nota vivos. Porque aunque su aspecto es tierno y delicado, es mucha mujer, solo apta para los que como yo nos importa un bledo hacer el más espantoso de los ridículos. Lo que ya saben todas con las que he estado y ella no va a ser la excepción. Y no disimuléis, es lo que nos pasa a casi todos, no te ofendas que no lo digo por ti, salvo a unos cuantos machotes a los que no quiero molestar.
Y es que, por mucho que me esmere, no podré nunca con ella. Así que me dejo querer, que de eso también se mucho. Y ella, termino ya, lo entiende y juega perfectamente con mis fantasías como muy pocas mujeres, me sobran los dedos de las manos para contarlas y que, de hecho, ya lo he realizado en otros cuentos. ¿Veis? Algunas veces, pocas, pienso que soy un tipo con suerte.
Es un encanto. Si no fuera porque soy Gerundio y solo puedo ser lo que soy, quien me creó y maneja es más imbécil que yo, lo que me consuela, caería enamorado. Es tan cretino, pero tanto, que ni a sus personajes de ficción los deja. ¡Que vaya al psiquiatra, se cure, y me deje disfrutar como me apetezca!