Posteo aquí, pero sin estar muy seguro. Al fin y al cabo, está muy relacionado con Loquo.
Es una vivencia que tuve a principios de diciembre. Puesto que todavía no estoy habilitado a postear experiencias, no daré ni nombres ni direcciones. Excepto si interesa alguien y me lo autoriza algún moderador / admin. No quisiera ser baneado tras tan corto y precario recorrido.
Al grano.
Tras mi bellísima experiencia con Daniela, que ya relaté, quería vivir algo que no desentonara. Que no supiera a escaso después de tal festín.
Me meto en Loquo. Después de mucho dudar y tantear, me decido por una chica que ofrece tantra con promesas de “diferencias” y blablabla y blablabla. Al teléfono, muy simpática. Explica que trabaja con su hermana, y ambas dan este tipo de masaje. Vaya, que es independiente.
Me decido: acordamos hora y día. Me presento y ohhhhhhh sorpresa: me atiende una Madame. Quid de la “independencia”? Es un piso… no muy bonito. Border cutre.
Viene la chica: se parece a la de la foto como yo a la Mona Lisa. Manifiesto educadamente mi decepción, pero insiste en decirme que las diferencias con la foto son debidas a la luz que le cambió el color del pelo…
Bueno, al final viene la Madame, se disculpa e insiste en presentarme a las otras chicas, que no hacen Tantra pero sí masajes, y que están muy bien, sobretodo una que es una joya y otra vez blablabla y más blablabla…
Acepto el paseíllo de las dos. Me dan morbo estos minidesfiles que esconden posibles momentos de lujuria intensa…o no.
La chica de la cual me habló como de una joya, resultó serlo, a mi entender. Os lo explicaré con unas pocas pinceladas.
Muy joven: 19 años (esto no me gusta tanto). Mulata: esto me gusta mucho. Cuerpo menudo pero bien proporcionado. Estudiante de peluquería, está unas pocas tardes a la semana en este oficio. En todo momento actuó con una mezcla de candidez y de pillería extrema. Mucha naturalidad, incluso en lo teatrero (hubo poco). Sus gestos eróticos le salían sin premeditación. Una chica muy dulce, lo cual es para mí un atractivo de primera.
Empezamos con un masaje en camilla. Bien hecho. Cuando coge mi pierna para masajear mi tobillo y la apoya sobre su hombro, mi carne roza muy suavemente su piel por primera vez, de forma fortuita. Estos roces me electrizan. La chica no es especialmente despampanante, pero sí es bonita, y muy fresca. Muy tranquila.
Luego pasamos a la cama, pero sabiendo que hace el francés natural, de serie, eso me limita mucho a la hora de actuar yo, así que nada de besos a su dulce boca, ni homenaje a su clítoris con mi lengua. Qué pena. Pero sí muchas otras caricias y besitos tiernos. Estábamos a gusto, y ella me sorprendía en cada momento con su aire ingenuo, entregada con la misma naturalidad que uno tiene al ir de compras o al cine, a pesar de tanta juventud. Todavía no me quedaba muy claro qué tanto sabía de prácticas sexuales. Cuando pasó al francés (con encapuchonamiento exigido por mí), se me quitaron las dudas. Lo practica exquisitamente. Con muy buena técnica. Muy excitante, este aire ingenuo, desplegando a la vez un arte importante de la felación.
Luego vino la penetración, y allí acabó de conquistarme, con un acto de ingenuidad total. Cuando estaba yo a punto de estallar de placer, me mira con cara de vicio total (nunca lo había hecho hasta ahora), y me dice con voz ad hoc “siiii cariño, me cooorrroooo”, de una forma tan clamorosamente falsa y teatrera, como para darme un estimulo que no necesitaba en absoluto. Le sonreí de una forma que le hizo entender que veía a la legua que no había tenido ningún orgasmo en este momento. Muy fina ella, se dio cuenta de ello y me devuelve una dulce sonrisa cómplice. Así que me invadió una ola de ternura y cariño al momento, juntito con mi orgasmo, por esta chica a la vez tan sabia y tan ingenua.
Luego vino para mí el momento más erótico de esta sesión, sin que ella se diese cuenta lo más mínimo. Se dedicó a limpiarme el sexo muy lentamente y detenidamente. Yo estaba tumbado y ella de cuclillas a mi lado, miraba fijamente mi sexo todavía medio erguido que tenía en una mano, lo movía de manera a sacarme hasta la última gota. Lentamente. Asiduamente. Durante un rato bien largo, mucho más de lo necesario. La veía de perfil, con sus labios entreabiertos y poniendo una cara de concentración extrema para dejarme limpito para la revisión. Este ejercicio duró bastante tiempo, pero no era con segundas intenciones. Fue una actuación inesperada y sorprendente.
Luego tuvimos una larga sesión de abrazos y caricias tiernas, como debe ser.
En este encuentro no hubo pasión y desbordamientos emocionales. Pero fue muy placentero, y algunas imágenes se me quedaron grabadas. Y las evoco con cierta frecuencia, en mis momentos de ensoñaciones libidinosas.