Hace días, que necesitaba una pequeña escapada del mundanal ruido y del estrés de mil batallas.
Es emocionante, saber y conocer de escorts que dan su opinión en el foro y que interactúan con aquellos, que como yo, hemos caído en la red atractiva de la información sobre experiencias de mil y un colores.
Envié un mp, a Silvia, a Carla y a Gisela.
Me contestaron las tres.
La primera fue, Silvia (http://www.silviamaniavip.com)
Con la cual después de varios emails, y varios ajustes de agendas, quedamos en vernos el 30/01/2008
Necesitaba que fuera una persona especial, agradable, atrevida, sincera y entrañable.
Soy exigente, por lo qué intenté encontrar lo mejor.
Busqué referencias de ella, pero nadie hablaba en concreto de como le fue.
Tan sólo pequeños comentarios, algunos favorables y otros sin consideración.
Finalmente, un día antes del encuentro, nos llamamos por teléfono.
Voz agradable, dicharachera, amable y simpática.
Me explica que tiene 26 años, y me da su dirección del apartamento en el que nos encontraremos en Gerona, acordando una retribución de 500 € por dos horas.
Al llegar al apartamento, me abren la puerta del apartamento dónde una ayudante de Silvia, me acomoda en una suite amplísima, con una gran cama, un sofá y un jacuzzi.
Me ducho, me acuesto y espero a su llegada.
Luego entra ella, con la habitación casi a oscuras.
Ella me saluda, con devoción, con caricias y con alegría.
Le pido que se desnude y que se acueste a mi lado.
Cumplido mi deseo, mis manos se pasean por su cuerpo (delgado, esbelto, fino, estupendo), mis labios besan su piel (aterciopelada, blanca, fina, caliente), mi lengua explora (sus pechos arreglados pero perfectos, sus pezones finos y tiernos, su sexo tierno, depilado y sabroso).
Ella me besa, empezando con ternura, siguiendo con provocación, y acabado con pasión.
Su larga cabellera rubia se pasea por mi torso, hasta detenerse en el sitio exacto, convenido, para deleitarse, deleitarse y deleitarse, en mi punto débil.
Y lo hace bien, bien, bien, por arriba, por el medio y por abajo.
Vuelvo a acariciarla, besarla, masturbarla.
Me agradece mi estimulación oral.
De hecho me encanta ir abriendo, lubricando, seduciendo y provocando el deseo del sexo de mi pareja.
Su cuerpo frágil, pero bello, su cintura estrecha pero sinuosa, sus pechos turgentes pero abarcables, no hacen más que generarme placer por desearla, tenerla, mecerla.
Luego, vuelve ella otra vez, a ponerme a mil, hasta que le pido la ubicación del preservativo, y ya con deleite y con su sexo húmedo y apetente, la penetro primero suavemente, para ir apretando el acelerador, hasta que nuestras cabezas retumban las dos contra la pared de la habitación.
Cambiamos una o dos veces solo de postura, ya que es un placer verle la cara, los pechos, su cuello y su cabellera, mientras suavemente se mece a mis leves sacudidas.
Me pide ponerse a cuatro patas, la sigo, la mantengo, y al poco tiempo me voy.
En ese momento, ella me coge la mano y se acaricia con ella hasta tener, creo su pequeño o gran clímax.
Nos relajamos, me limpia y nos vamos al jacuzzi, entre velas y música ambiental.
Allí hablamos, intimamos, nos explicamos un poco nuestras vidas y generamos un poco de amistad.
El agua está caliente, muy caliente, la espuma nos cubre pero el calor hace que el baño se convierta en un baño turco.
Seguimos hablando, mientras nos acariciamos, nos besamos y seguimos hablando.
Finalmente, nos damos cuenta de que casi ya es la hora.
Nos levantamos, nos secamos, y nos vestimos.
Ella, se viste con unos pantalones y una camisa ajustada, que ensalza su cuerpo pequeño, esbelto y sugerente, que le hace a uno volverla a querer abrazar, volver a sentir sus besos sugerentes y su simpatía desbordante.
Nos despedimos, le doy mis señas reales, deseándole lo mejor, y deseándome poderme volver a encontrar con ella, ni que sea para hacer un café, y seguir hablando de nuestras vidas, con sexo o sin él.
Dos besos para Silvia, y ojalá la próxima (si la hay) sea como ella.