Hay mañanas que te visita un ángel, pero otras lo buscas con desespero y sólo te asalta un demonio con formas de mujer salvaje que te atrapa entre sus piernas.
Con su sonrisa te muestra la entrada a la gloria y, con su boca lasciva, te oculta la ventana de salida .
Le confiesas que ya habías estado con ella otra mañana de estas perdidas y ella admite recordarte y saber a lo que vienes. Y te provoca porque sabe que vas a sucumbir a sus desencantos mostrados y a sus encantos ocultos.
Cuando se levanta el vestido y te muestra su tanga negro clavas tu mirada en ella y ya sabes que no tienes escapatoria, a morir con ella para después recordarla.
Entre las maduras jóvenes y las jóvenes maduras, yo siempre he preferido las de treinta primaveras pero formas y maneras de mujer más hecha con cincomil camas deshechas a sus espaldas.
Su mirada provocadora te recuerda el último combate con ella y te anuncia un nuevo encuentro sin tiempo y sin rumbo tras sus piernas jamonas, su culo generoso y su entrepierna golosa.
Ella juega, se ríe, se muestra,,…..se escapa,……te enseña,…….te oculta,……te regatea,…..te lame,……..te araña,……..te manosea,….te chupa,….. pero te suelta, lengüetea y la deja,……. te provoca y te pide que la veas mirarte, que la dejes provocarte, que la cojas por detrás y la estrujes a ciegas,…………..mientras tanto los deseos incontrolables vagan a sus anchas y quisieras poseerla para maltratarla con dulzura porque sabes que es lo que busca ella.
Pero la cabeza, llena de razones, se impone a las sinrazones e impone su control para marcar un nuevo tempo que te permita deleitarte con todas sus riquezas para olvidarte de tus miserias entre las piernas de esta portuguesa.
Y como dice mi Sabina: “que corta es la vida eterna, entre el túnel de sus piernas”
Tan sólo la tarde rivierana te permite celebrar la ausencia de Lidia con una vieja amante casi ya olvidada que, a pesar de su juventud, no puede quitarte el recuerdo de la batalla matinal que has perdido en una guerra ganada al olvido.
Pero la presencia de Lidia es permanente en todos los rincones a pesar de su ausencia y no logras concentrarte ni en lo que haces ni en lo que sueñas.
Por lo memos en Lon Don no te asaltan los recuerdos y te puedes concentrar en la carita de querubina de una indú con cara de luna y pechos de miel que recompensa tus pounds con mil artes escénicas que te seducen por la novedad, pero no dejan de parecerte trucos de prestidigitadora aprendidos en mil tardes de ensueño.
En el Rivi, Lidia se muestra presente en su ausencia y una canción te machaconea en las sienes, mientras tu partenaire culea:
“hay techos que muestran tu cara,
paredes que gritan tu nombre,
armarios que encierran olores,
siempre que te marchas.
Hay lunas, que he visto contigo,
ventanas que no enseñan nada,
almohadas que son mi castigo,
siempre que te marchas.
No intentes imaginar lo que te quiero,
porqué me ofendes, cuando piensas, que sólo te quiero,
y no es eso,
quererte es mucho,
mucho más que eso.
Sólo te puedo decir,
que se me escapa la razón.
al malgastar una tarde en el Rivi,
que no sea estando contigo.