Estimados seres existenciales que transcribís la esencia de vuestras legítimas opiniones existencialistas en esta vuestra casa, bien pertenezcáis al sexo común y falazmente conocido como bruto, bien a ese otro más delicado que es transunto y objeto empírico de la interacción seductiva del anterior… o sea:
Estimados foreros y foreras:
Hace aproximadamente dos giros del geoide Tierra alrededor del Sol, es decir, hace más o menos dos años, mi vida era casi perfecta: gozaba de una muy boyante posición económica en mi calidad de Subdirector General Adjunto de la sección de Ropa Interior de unos conocidos grandes almacenes cortantemente anglosajones; estaba casado con una conocida modelo internacional de lencería que es todo lujuría y desenfreno; tenía cuatro hijos rubísimos y angelicales y dos gatos de Angora, y vivía en una lujosa mansión suburbialmente distinguida. Hoy, sin embargo, mi vida es un infierno: no tengo trabajo, mi mujer se ha fugado con mi chófer (ambos montados en mi Mercedes último modelo), los niños están internados en un hospicio, me he tenido que comer a los gatos y vivo solo debajo de un puente.
¿Qué ha pasado? ¿Qué marasmo o desdichado azar ha transmutado tan visceral e irreversiblemente los cimientos existenciales de mi existencia?
FOROSX.
Sí. Un buen día descubrí que a mi impoluta vida algo le faltaba, que en la marea dulcemente envolvente de mi felicidad aparente había un hueco, un agujero negro, un vacío, un hoyo, un foramen, un guzpátaro, un imbornal, una cala, un… bueno, ya habréis cogido la idea. ¿Qué era ello? No podía ser el pelo, puesto que acababa de hacerme un transplante en una prestigiosa clínica londinense. Ni tampoco el amor, puesto que las dos veces al año que iba a visitar a mi madre en el asilo la pobre mujer me colmaba de halagos y carantoñas. Ni tampoco el éxito social, puesto que acababa de salir en la portada de todas las revistas fotografiado junto a la Pantoja en la cola del Penal del Puerto, donde había ido a visitar a mi hermano el ex-concejal con la intención de sonsacarle el código secreto de sus cuentas en Suiza. Ni….. Ni… Ni…. ¿Qué, entonces? ¿¿Qué??
La respuesta la encontré un día de abril, durante la fiesta de la Primera Comunión de mi sobrino Jacinto, cuando, aprovechando que le estaban haciendo las fotos de rigor vestido de marinerito, le robé el portátil que yo mismo le había regalado el día anterior con la intención de devolverlo a la mañana siguiente a primera hora y recuperar así de inmediato la inversión efectuada. Pero cometí un error: decidí echarle un vistazo antes de volverlo a poner en el envoltorio original, que yo había evitado que tiraran a la basura y guardado luego celosamente con la excusa de que se trataba de material reciclable. Al principio no encontré nada fuera de lo normal en el historial de páginas visitadas: dos de porno duro, una de sexo tántrico, otra de fetichismo, y algo sobre Piratas del Caribe, Parte I. No fue sino después, en una segunda inspección, cuando descubrí por primera vez…. FOROSX
Así fue como entré por primera vez en este foro, y así fue como mi vida comenzó a cambiar. Leí al principio con leve atención, luego con fijación, y al final con verdadera obsesión. Allí estaba lo que me faltaba, el agujero negro, el hoyo, el hueco…, etc (ya habéis cogido la idea): la seducción, el juego, esa coordenada de aditamento existencial en que se basa la esencia misma de lo espiritual convenientemente revertida en las aguas interiores del subconsciente más alejado de lo mundano y lo material… (un respiro)…, esa inimaginable yuxtaposición de los elementos narrativos informales y deliquescentes en que se derrama el yo desde sí mismo y, al mismo tiempo, a través de sí mismo, y sin dejar nunca interrelativamente de serlo, sobre ese algo más: el otro.
Sí, era la seducción…. ¿Qué es seducir?... No sé, ni puta idea, así que busqué en Google y encontré una página con el bonito título del Arte de la Seducción. Allí está todo, aunque hay no sé qué referencia a poner los huevos en una cesta que, la verdad, no creo comprender bien, pero bueno…
A partir de ese momento, pasé meses leyendo, espiando, estudiando cuidadosamente la sintáxis, la pragmática, la soriásis, la semántica, el léxico y la pirotecnia de cada uno. Esto fue lo más fácil de todo, porque no tenía entonces, como tampoco tengo ahora, ni la más puñetera idea de lo que tales componentes lingüísticos pudieran significar. Pero, aún así, tuve que dejar de trabajar, porque no soy muy bueno leyendo y suelo tardar más de lo normal en completar un párrafo.
Pasé entonces a la siguiente parte de mi astuto plan, el que, me decía yo a mí mismo (necesariamente, porque para entonces mi mujer ya me había dejado y los niños hacía rato que no los veía), asombraría a propios y extraños, descabalaría el patio, registraría esa genialidad personal mía entre la brillantez de los sucesos universales que en el universo han sido.
En una palabra: se me ocurrió probar al mundo que había nacido un nuevo fenómeno, un astuto e inteligentísimo manejador de los hilos, seduciendo a algún forero, primero, y convocándole luego a una cita mágica y misteriosamente magistral con… el maestro de las marionetas, o sea, yo.
Empecé enfocándome en algunos de los que más posteaban por entonces. El primero de todos era un tal José Antón Calvo, al que denominaban El Catedrático. Era perfecto para la mayor difusión del seguro éxito de mi diabólico plan: empezar por la parte que se situa más allá de lo que está en medio y mucho más allá de lo que está abajo, o sea, por arriba. Le envié algunos privados, tratando de ganarme su confianza, hasta que me atreví a insinuar un encuentro personal (atención: el maestro en plena acción!) y a preguntarle astutamente en qué local podría celebrarse ese encuentro… A los pocos días recibí un atento mensaje con una lista de 17.456 lugares en Barcelona donde se suele encontrar la gente, con expresión de los metros cuadrados de los locales, detalles de la decoración, nombres y apellidos de los clientes más habituales y precios actualizados de las consumiciones.
No recuerdo muy bien por qué, pero el caso es que decidí probar con algún otro. Me fijé entonces en Buick, alguien a quien fácilmente podría seducir con mis nuevas artes irresistibles, ya que ha vivido en el extranjero y, presumí yo, seguro que allí ya había sido víctima del budú. Fue muy amable desde el principio, pero se lamentó de no poder asistir personalmente a la cita, aunque se ofreció a enviar una foto de Paul Newman para que le sustituyese en el encuentro.
Traté entonces con un tal José-Martín.
Ese mismo día pasé a otro, un tal Ingols. Pero me contestó alguien que dijo ser su vecino disculpándose de no poder pasarle el mensaje porque en ese momento estaba echándole la bronca a la portera del edificio, que al parecer se había dejado un rinconcito del portal sin limpiar.
Vinieron luego Gerundio (me contestó: “a mí también me deben”, y no volví a saber más de él), Cipotón (me preguntó por mi mujer, y se ofreció generosamente a atenderla durante mi obsesiva y magistral tarea), Travesura_Bella (me recomendó un psiquiátra privado), , etc., etc., etc…. Descarté al tal Osito, porque para entonces sólo me quedaban los gatos, y no quería que él los descubriese y se los llevara para hacer canapés.
¿Qué hacer, entonces?
Así fue como se me ocurrió crear a Nietze. El plan era perfecto; podía seducirle con facilidad. Y así fue. Después de algunos tiras y aflojas en los que él insistió en dudar de mi existencia existencial, quedamos por fin un día. Quedamos en su casa, porque para entonces yo vivía ya bajo el puente. Mi primera impresión al verle fue de profunda admiración: alto, esbelto, fuerte, guapo… La segunda, después de quitar el póster de cuerpo entero de George Clooney que cubría todo el espejo, fue algo más decepcionante, pero ello no era óbice para la consecución de mi elaborado y magistral plan. Empezamos a hablar:
-Hola.
-Hola.
-Te imaginaba más viejo.
-Te imaginaba más viejo.
-¿Ah, sí?
-¿Ah, sí?
-¿Vas a repetir todo lo que yo diga?
-¿Vas a repetir todo lo que yo diga?
Era tal la compenetración entre ambos que nuestras palabras parecían superponerse. Había algo en él que me hacía pensar en mí mismo.
-¿Quieres que te diga por qué te he convocado?
-¿Quieres que te diga por qué te he convocado?
-Bueno.
-Bueno.
Me moví bruscamente a la derecha, y él desapareció. Luego volví a mi posición original, y él volvió a aparecer. Tenía algo de diabólico, podía adivinar no sólo mis pensamientos sino también mis movimientos.
-He venido a matarte.
-He venido a matarte.
-¿Tú a mí?
-¿Tú a mí?
-Sí
-Sí
-Ya será menos.
-Ya será menos.
Entonces, en un movimiento rápido que él imitó con increíble destreza, me avalancé sobre su mesa de trabajo (él hizo lo mismo), le robé la contraseña de ForosX (él robó la mía también) y salí corriendo de allí (él también, pero no sé a dónde o por qué, porque al fin y al cabo era su casa)
Todavía tengo la contraseña conmigo (él tiene la mía). He convencido a mi sobrino Jacinto (con la promesa de revelarle a cambio el paradero de la hucha que le desapareció hace unos meses) para que entre un día en el foro y la cambie por otra cualquiera, algo que no se pueda recordar. Ese será el fin de mi diabólico plan de seducción… Aunque, claro, también del suyo.
Con Amor.
N