Por una vez, que no se diga, os pongo una experiencia muy reciente, de este mismo mes, hace unos pocos días.
La conozco por el foro, no me une relación de amistad, favor o negocio, ni estoy interesado en peloteo alguno. Es más, me considero un tipo frío y egoísta, poco dado a ejercicios literarios o encoñamientos.
Disculpareis que no utilice la plantilla. Se trata de Lucía, si, Lucía, una de nuestras compañeras foreras. Y no es cuestión de entrar a describir como es, valoraciones subjetivas que en este caso poco aportan y más si se considera que aparece en la web www.lemiragescorts.com , donde la podéis ver y obtener todos los datos precisos. Se comporta, al pie de la letra, con lo que explica. Ni más ni menos, lo que es de agradecer.
Indudablemente las fotos son suyas. Queda claro que es ella. Pero tienen un efecto curioso. En su web señala que tiene 30 años. La edad es uno de los requisitos a los que menos importancia doy, bueno, siempre que la dama no sea coetánea de Napoleón. Ves las fotos, quizás sea su pose, quizás sean las tomas, pero tienes la sensación de que supera la edad declarada. Algo, por otra parte, habitual. Y en presencia, el efecto es todo lo contrario. Totalmente el contrario. Es persona sencilla, sin complicaciones aparentes, jovial, alegre, simpática, me cuesta creer que tenga esos 30 años que declara. No los aparenta, en absoluto. Es la apreciación que uno puede obtener en este tipo de situaciones. Y suficiente.
Está un poco más delgada que en las fotos. Como soy un clásico, nacido en una época de escasez, Franquito era cabo furriel, pienso que a todo el mundo le faltan unos cuantos kilos. Pero es pura defensa, así yo me veo mejor.
Cerramos nuestra cita. Espero en el lugar propuesto. Se pierde. La busco. La guío. La encuentro. La cita comienza con emoción. Ahí está, cruzando la calle y saludándome. Es atractiva y tiene un punto, en mi época se decía así.
Ya en el apartamento, uno al lado del otro, cara a cara, le explico lo que deseo y como me comporto. Es importante que esté al tanto de mis limitaciones y torpezas. Y lo sorprendente es que, conocedora de estas, son evidentes, Lucía, con su buen hacer y elegancia, disimula todas ellas. Algo de agradecer, no es habitual. Muy complaciente. Y se esmera.
¿Qué practicas realiza? Las que con educación le solicites. Es muy personal y no las voy a contar. No, ni soy un pureta ni voy de caballero por la sencilla razón que no lo soy, pero es algo excesivamente íntimo, incluso mediando precio. Si no lo entiendes, un consejo, no sigas leyendo. Pero si tratas el asunto, insisto que con educación, no creo que tengas problemas. Lucía tiene claro, muy claro, que la mejor forma de actuar es que su pareja quede contenta. Lo que no creo que realice es el triple salto mortal, con dos tirabuzones y sin red, desde un armario. Y es que, lo primero, es estar vivo. Y exige a su pareja, así me lo hizo ver a mí, que frente a su disposición a satisfacer tus fantasías ella requiere, en igual grado, educación y respeto, no otra cosa que el no forzar situaciones previamente pactadas ni sorprender con propuestas extremas no negociadas.
¿Y como las realiza? Pues no es que me ponga cursi, soy un tipo que cree en pocos valores, sobre todo si no cotizan en Bolsa, pero tras pensarlo mucho, la satisfacción obceca las neuronas y yo, sorprenderos, soy un tipo que posee dos - ¿o acaso no creéis en la constante evolución y mejora de las especies? - sólo puedo aconsejaros que os fuméis un ligero porro de maria, he dicho que ligero, os relajéis, más, todavía más, poner la habitación a media luz, encender el equipo de música y que suene el Bolero de Ravel. Concentraros. Concentraros. Más, hostia, más, que ni para eso servís, que me cabreo. Suena la música, el mismo ritmo, constante, cada vez más instrumentos, cada vez más tensión, y más, y más, crecimiento continuo, uno piensa que ya no podrá ir a más, que no llegará a oír la orquesta completa, dejaros llevar por ella, dejaros llevar por Lucía, que a su lado no somos más que unos ignorantes en la materia, hasta ………… que te licuas, si, te licuas, te licuas, nunca una expresión escenifica mejor la sensación de placer que obtienes, así de sencillo, así de difícil. Dadme un momento, que me recupero.
¿Implicación? En general, a saber que es eso. En mi caso, sencillo, implicación no es más que el deseo de volver a verla. No se cuando, pero repetiré. Seguro. Ahí se centra, al menos para mí, el éxito de una cita.
Pero bueno ………. Gerundio ……… tío …….. te estás pasando, ………. que pareces su asesor de imagen, compadre, abuela materna o lo que es peor, un espacio de nefasta propaganda electoral, pisos para todos y a un cuarto de su precio, votadme, que os lo digo yo. ¿Qué no tiene defectos?
Si, tiene un defecto enorme, al menos para mí, aunque no invalida lo que os he expuesto, y lo que es peor, nunca lo podrá evitar, pues es congénito. Lo ves en cuanto miras su cara. Os lo explico y os advierto. Uno, que no abusa de este tipo de servicios, mis acreedores me encarcelarían, entiende que debe aprovecharlos al máximo, disfrutar con la voz, el tacto, el gusto y en mi caso, muy especialmente, con la vista. Me gusta ver. Mucho, muchísimo. Y aunque parezca contradictorio, a media luz (la plena luz y los taquígrafos, al Congreso, que andan muy necesitados), porque se observa mejor, te ayuda la imaginación, la mejor asistente. Me gusta ver a mi pareja, me gusta ver lo que hago, me gusta ver lo que hace, me gusta ver como poseo y me gusta ver como me posee. Es tal la obsesión por ver, que si pudiera, casi, casi, preferiría verme a mi mismo con ella a estarlo. Desdoblarme. Rebuscado ¿no? Pues esa es mi fantasía. Con Lucía no pude hacerlo. ¿Por qué? Pues por el defecto que tiene y que no podrá nunca solucionar. Y es que una vez te clava la mirada, esos ojos, esos ojazos de mil colores que le iluminan la cara, milagros de la naturaleza, esos dos luceros que diría un cursi, no puedes apartar la vista de ellos. Te siguen, los sigues. Y la muy maldita lo sabe. No abusa de ello, no lo necesita, ahí están, solo cabe abrir los parpados y el efecto es pleno. Una vez más, ahí están. Y yo no quería mirar sus ojos, sino el contacto de su sexo y el mío, yo quería ver como la tomo y me toma, yo quería ver como se entrega, sin pudor, y la poseo, quería ver como me mira mientras gimo y me retuerzo. Pero ahí estaban, maldita, tus ojos. Y considerar, ya os lo he dicho, que no soy un romántico. Os lo demuestro, la próxima vez, seguro, me llevo un antifaz, que no careta, eso si, veneciano. Lo prometo.
Le deseo suerte, sinceramente. Le deseo lo mejor, no otra cosa que la traten de la misma forma y con el mismo mimo, atención y cuidado como ella trata a su pareja. Como yo me sentí. En este tipo de situaciones, no puedo desearle nada mejor.
Y eso fue todo. Que no es poco.