Querida Travesura Bella, Bella Travesura:
Si recuerdas cruzamos un par de mails una vez (mi pretensión es que te acuerdes, por lo del ego) y ya quedamos que lo más divertido era el foro y que por ahí nos reiríamos tú, los demás y yo, que ya sabes que me gusta ir de “gasssiossoooo”.
¿Qué si pienso que eres una escort?
Te seré sincero y, sobre todo, aunque te parezca una chorrada y, nuevamente, una broma, te estoy hablando muy en serio. Se que alguno se reirá, que pensará que es puro cachondeo, pero con tal que tú lo entiendas me es suficiente.
Pienso, Travesura Bella, Bella Travesura, que eres la Madre Superiora del Convento de las Claretianas. Pienso que eres joven, guapa, de cuerpo mediterráneo, lista, educada, con criterio y, lo que más me gusta a mi edad, coherente con tus razones.
Pienso, Travesura Bella, Bella Travesura, que alguna vez, pocas, pero alguna vez, has fantaseado conmigo, si, con aquellas fantasías que no se cuentan, no por fuertes, sino por intimas.
Y se todo eso, Travesura Bella, Bella Travesura, porque a mi no me da miedo confesar mi identidad en público, soy el Padre Roberto, no te hagas la despistada, ese curita cañón que os confiesa cada domingo en el convento. Y te he de decir varias cosas: primero, que espero con ansiedad cada domingo para oír tus pecados, pues luego los disfruto durante toda la semana, imaginándome ser el protagonista; segundo, que soy un mal confesor, porque lo tuyo no son pecados, sino delicias de la inteligencia, pero cualquiera te lo dice, dejarías de confesarte y me aguarías la fiesta y, tercero, lo último y más importante, que en el improbable supuesto que fueran pecados, no se si te perdonará dios, a quien represento pero que nunca me ha dado poderes, pero te aseguro, no lo dudes, que de pecados nada de nada, por lo que te absuelvo como medida preventiva, por si lo “furieran o furiesen”. De todas formas, espero seguir confesándote, nada más delicioso en esta vida.
Reza un Ave María, a fuego lento, acompañada de un panaché de verduras.