Por si os sirve de algo, he rescatado del cubo de la basura algo que escribí hace tiempo. Le sucedió a un amigo, claro
Fueron tres las ocasiones, tres, en que una escort, maravillosa criatura, me ofreció su amistad sincera y que enterrásemos nuestra relación comercial.
Tres veces.
La primera vez no tuve suficiente capacidad de reacción. Me pasa a menudo. Me lanzó el guante y perdí el lance. Es curioso. Coges cuchillos en el aire y no sabes atrapar palabras que dirigen sólo a ti.
La segunda vez, sí, pero fracasamos, y digo fracasamos, porque los dos convenimos en volver a vernos cómo antes. Y yo no lo dudé. Lo deseaba desesperadamente.
La tercera, fracasé yo. Por puro egoismo y deseo. Porque no podía comportarme con ella cómo simples amigos y renunciar a todo el placer inmediato que obtenía a cambio de una transacción comercial, bueno con una transacción tras de otra. Renuncié a recibir el tesoro que me brindaba (todavía recuerdo cómo me decía todo el afecto que cómo amiga podría dame, diosss...) y volví a ser su cliente.
Ha sido uno de los mayores errores de mi vida. No supe ser lo suficientemente fuerte para renunciar a mi adicción por el sexo con ella y haber entrado de manera plena en su vida. Me faltó hombría, creo que le llaman así, y me sobró deseo. O, simplemente, me faltó inteligencia. Siquiera una poca. Me faltó. Fue eso. Seguro, porque más tarde cometí errores peores.