Os mando un cordial saludo, ya sabéis que no participo aquí, pero este tema siempre sale en las relaciones de sexo de pago. Tal y cómo ya se ha apuntado la implicación por parte de la profesional tiene mucho que ver con el contexto en el que se está ejerciendo. Pero, hay muchos otros factores que aunque obvios no se meditan. Ayer, precisamente se publicó estes artículo en La Vanguardia, que os transcribo literalmente y que dan muchas pistas de las relaciones humanas,( incluídas las de pago). Espero que os guste.
De las relaciones humanas
EL COMPROMISO de lealtad con el inicio del sentimiento está presente desde que alguien se dirige a otro
Acabo de leer un libro titulado País de nieve, de Yasunari Kawabata, una pequeña joya sobre las relaciones humanas, una historia de amor de un hombre y una mujer geisha en un lugar de montaña, un albergue de aguas termales. Él, un hombre de mediana edad y posición acomodada, y ella, joven veinteañera, de profesión geisha. El contexto se prestaba a una relación de dominio del poderoso sobre la empleada y no existe nada de ello; tan sólo son dos seres humanos, cada cual en su contexto social que en manera alguna modifica la espontaneidad de la expresión de la mujer y la reserva en los sentimientos del hombre, la dificultad tan masculina de expresar lo que siente y a la vez de sentir que lo está haciendo mal y no saber cómo encauzarlo.
El dilema eterno, cómo transmitir los sentimientos de tal manera que puedan ser entendidos tal como son. Hay en esa obra una gran lealtad de una persona para con la otra, como un sentido poético de la relación, todo ello comparado con la luz de las montañas cubiertas de nieve y con los colores de los árboles otoñales. Un sentido de una cierta melancolía por la fugacidad del tiempo, junto a una serenidad de aceptación del proceso de vivir con sus alegrías y sus penas.
No he podido menos que comparar esa obra y la delicadeza que emana de ella con las relaciones actuales entre los hombres y las mujeres. No quiero decir todas las relaciones, pero sí las suficientes como para que se establezca cierto modelo social. Hombres y mujeres jóvenes y no tan jóvenes también apuestan bastante por unas relaciones como de paso;en otras palabras, "pasaba por aquí y te he conocido, vamos a ver qué tal lo pasamos juntos unos instantes". Claro que todas las relaciones empiezan más o menos así, pero lo que sigue a continuación ya es menos claro. Estas relaciones se constituyen bajo el lema del "sin compromiso"; es decir, que se niega lo que al principio ha ocurrido para que se acercaran el uno al otro. Porque el compromiso se halla implícito en el acercamiento; no es que se trate de un compromiso de casarse ni nada parecido, sino de un compromiso de hablar al otro y de escucharle, de dedicarle la atención y de valorarlo, de una cierta intimidad entre dos personas que quieren conocerse. Siempre hay un compromiso, de una manera o de otra, puede que no lleve muy lejos, porque el conocimiento recíproco no resulte lo que se espera, pero el compromiso de lealtad para con el inicio del sentimiento está siempre presente desde el momento en que una persona se dirige a otra.
Si, además, la relación incluye intercambio sexual, ya no es posible negar que ha habido suficiente confianza como para mostrar la vulnerabilidad propia y la del otro. Nunca el intercambio sexual es sexo solo. De la misma manera que no se puede separar el cuerpo del alma, la relación sexual también es un lenguaje del alma. Es inútil querer disfrazar de frivolidad las relaciones humanas; pueden ser satisfactorias, decepcionantes, dolorosas o entusiastas, pero de ninguna manera son frívolas; no pueden serlo porque tras ellas se halla la necesidad de compañía y la demanda de paliar la soledad.
Shimamura, el protagonista de la novela citada, afirma sentir que sus sentimientos se esparcen en trocitos y que tal vez sea así la vida, nos esparcimos en trocitos hacia todas partes, aunque ello no quita que cada trocito lleva el alma entera en él. Tal vez ésa sea la tragedia de los sentimientos, el alma que conlleva cada uno de ellos y que nos desborda. Quizá también por eso hay tiempos para cada cosa. La mitología da mucho valor a Afrodita, la diosa del amor, pero es Atenea, la del conocimiento, quien casi siempre consigue la serenidad interior.