Yo debuté en el 240 no hace mucho, acompañado por alguien que se movía mucho mejor que yo en ese ambiente. Me sorprendió que el local fuera del mismo tamaño que el comedor de mi casa. Al haber tan pocos metros cuadrados, la música resonaba y resultaba bastante molesta. Referente a las señoritas, estaba todo el telón de acero representado en esa sala: la mayoría bastante guapas, espectaculares incluso, pero ya sé cómo las gastan las mujeres de estas latitudes: frías en la cama, y con ganas de darte pasaje para irse con otro cliente. Ni que decir tiene, que un pimpollo como yo, no tardó en ser saludado por una de esas parroquianas, que con unas dotes de seducción poco curtidas, fracasó en su intento. A ella le siguió otra, que se adherió a mi mejilla para incitarme al pecado; un olor atrayente me envolvió y me atrajo, "¡Qué bien huele la condenada!", pensé; luego me di cuenta que al respirar ella, con el aire de la nariz me estaba enviando con pequeños soplidos mis propios aromas de vainilla que suelo llevar siempre que salgo con posibilidades de terminar con éxito una velada. Tras 15 minutos de acoso, (no estoy acostumbrado a ser hombre-diana), y de visionar más silicona que si estuviéramos en el taller de un cristalero, marchamos ante la mirada tristona, decepcionada de una veintena de mujeres que veían como 2 apuestos caballeros sólo podrían acompañarlas esa noche en una aventura onírica.Iniciado por Jofre