Angelina
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Cuando: 04/2011 - Ciudad: Barcelona - en Apartamento de la escort
Valoracion experiencia -->10
FX rank -->9.3125
Duración del encuentro: 90 minutos
Precio: 250 euros
Lugar del Encuento: Apartamento de la escort
Valoración Apartamento: 9
¿Pecho?: Tuneado
¿Fumadora?: No
¿Besa?: Besa con lengua
¿Griego?: Sí
Valoración Estética: 10
Valoración del Servicio: 10
¿Quién me mandaría a mí salir de mi trantrán cotidiano y exponer mi cuerpo serrano a la fuerza de las olas?
¿No decían que era un huracán, de esos que llevan nombre de mujer, y que uno no debe desafiar el mar en esas circunstancias de visibilidad nula y destructor oleaje?
Ya, ya – razona el alma imprudente- todo eso no será más que una exageración de mentes calenturientas o de viajeros poco experimentados. Y el deseo del curioso, ávido de descubrir nuevas sensaciones se justifica como puede. “Seguro que no es para tanto”.
¿Que no es para tanto? Pues vaya, vaya, pasen y lean…
¿Qué es realidad y que es ficción? ¿Dónde están los límites de la seducción? ¿A qué huelen las nubes? Con Angelina me planteé estas y otras mil preguntas.
En los límites de la imaginación:
El relato formal y fidedigno hablaría de una llamada telefónica, de un intercambio de informaciones prácticas de acceso y de un encuentro en esos cuatro muros.
El relato imaginario va más allá y, tras conocerla, no pude sino evocar un encuentro casual de la bella a la ocasión de un paseo por algún parque de la capital. Impresionado por su belleza, habría balbuceado unas pocas palabras y ella se habría conmovido.
Casi sin pensarlo, me habría encontrado acompañándola en su paseo e iniciando un cortejo amoroso de inocente seducción.
Al fin, ella me habría abierto las puertas de su casa donde habría continuado ese peligroso juego y yo habría sido su amante elegido, con el que ella hubiera desplegado sus encantos.
¿No fue así? Bueno, puede que no. ¿O quizás puede que sí? El deseo todo lo puede y en sus brazos se lo susurré mientras ella me acariciaba y me sonreía.
Sea como fuere me encontré en sus brazos, que me recibieron nada más cruzar el umbral y con su boca que buscaba la mía. Me llevó de la mano hasta su habitación y de nuevo se enroscó alrededor de mí.
El descubrimiento:
Tuve prácticamente que separarla para poder observarla con mayor detalle, maravillarme con cada detalle de su cuerpo y poder articular alguna palabra.
Quise causar una impresión correcta en mi primer acercamiento y le llevé un pequeño detalle. Fue realmente emotivo ver cómo ella temblaba con la sorpresa al intentar abrir la cajita. Me miraba y sonreía.
Entonces la pude observar y comenzar a poner palabras en la impresión que causaba en mí. La vi recibirlas con sonrojo, casi con vergüenza de provocarlas, temiendo casi no merecer la admiración del esteta que la observaba.
Por una vez no era yo el inseguro caminante, sino que sentí que debía acunarla en mis brazos y hacerla creer que yo era su amante sincero que comenzaba el baile de la seducción, que la besaba y que sentía sus labios con las bocas uniéndose en una cadencia cada vez más apasionada.
Cayeron los velos y descubrí su pecho, perfecto y sensible, erizándose ante mi solicitud. Y descubrí sus firmes caderas, al tiempo que ella buscaba desvestirme de mis pudores.
Al fin, desnudos ya, nos besamos de nuevo y nos dirigimos al agua purificadora, que limpió los cuerpos pero no atemperó el ardor.
¡Qué excusa maravillosa es la higiene! Nos permitió recorrer nuestros cuerpos en caricias inocentes, al tiempo que crecía en ambos la excitación del momento.
El abandono:
-Bien, le dije. Soy novicio en las artes del sexo, pero aplicado en el empeño. Olvídate de mí y piensa que estás sola y te quieres dar placer tú misma; mi boca no será más que ese instrumento de tu deseo.
Angelina protestó levemente buscando el número capicúa, pero argumenté con vehemencia para hacerle aceptar el 68 (yo me aplico en ti y tú me debes una).
Con la risa se entregó y pocas veces he visto ese abandono ya desde los primeros embates. Angelina quería sentir y ¡albricias! ¡conseguí que se olvidara de mí y que sintiera un placer pleno que solo se da al egoísta!
Ver colmar el deseo de un ángel siempre es emotivo. Con frecuencia el ardor y la hipersensibilidad tras el placer obligan a la pausa y el detenimiento. Sin embargo, Angelina parece tallada de una roca diferente, quizás más brillante, de tal forma que pronto me buscó en ese número capicúa que tanto placer procura.
Rodando en las olas:
La vi bajo mi cuerpo, la vi rodar y posicionarse encima de mí, perdí la noción del espacio… hasta que ella me propuso ilustrarme en los placeres del galgo amante. Esa visión esplendorosa de su grupa y el reflejo de mi propio cuerpo en el espejo traidor me hicieron perder el sentido y desearla con fuerza. Mis manos la buscaron y le ayudaron en su imparable búsqueda del placer, llegando a un instante de pura fusión tras el cual nos volvimos a mirar sorprendidos.
Llegaron las caricias, los abrazos sentidos, pero pronto, muy pronto sentí que su sexo despertaba de nuevo. Mi boca lo volvió a buscar y sentir su calor marino. Ella comprendió mi excitación y se ofreció a mí, acuclillándose sobre mi dardo que entraba en su interior.
Cual Andrómaca renovada apoyó sus rodillas en mis flancos haciéndome sentir todo su fuego. Habría perecido allí, a no ser por un falso movimiento, que nos incitó a buscar otros juegos.
Esta vez ella subió al columpio y me dio la espalda, mientras yo observaba la perfección de sus caderas y me arrullaba en el perfume de su pelo. Y allí sintiendo su calor perdí la noción del espacio, del tiempo y de la cuarta dimensión. Y allí llegó un instante sublime de olvido y abandono que intentaré en vano atesorar en mi memoria.
Feliz de mi gozo reposó boca abajo y pude acariciar sus hombros, su espalda, su firme y contenido culo. Tras un masaje que deshizo su última resistencia, me acosté sobre ella y le hablé de nuestro encuentro de fantasía y de cómo la había hablado, de cómo ella se había emocionado y me había elegido como amante.
Sentí que temblaba (o quizás, en mi egoísmo, pretendí que yo era aquel amante elegido libremente que la había seducido). Mis labios buscaron su cuello y pasearon por su espalda mientras ella dejaba simplemente dar curso natural a los hechos.
La danza de la seducción:
Angelina pensó que, si yo era su amante elegido, debería acariciarle la espalda, hacer crecer su excitación y envolverla en besos mientras mi pene la buscaba, describiendo una asimétrica figura, que el estudioso nombra con el poco poético nombre de las cucharas.
Y sintiendo sus besos ardientes volví a reventar de gozo una vez más, alegre y confiado en un sexo sin culpa. Porque no puede, no es posible que pueda haber culpa en un sexo tan pleno.
Pero no hay descanso. Angelina quiere más, busca más, me excita de nuevo con sus labios por todo mi cuerpo, con una felación vivificadora. Quiere conocer nuevas formas de sexo y la unión se produce de forma intensa y salvaje en la posición del “bateau ivre” o de la caña. Su cuerpo es flexible y sus nalgas reposan sobre mis rodillas, mientras que mis manos la atraen hacia mí. Mi deseo crece, aumenta sin freno y pronto explota liberador.
Ya he perdido tantas veces el rumbo que estoy perdido en el jardín de Klingsor, rodeado de mujeres flor y la más cercana está a mi lado, llena de deseo.
Mi boca la explora y la vuelve a encontrar, radiante y plena. Angelina disfruta cada caricia y atrapa mi cabeza en una dulce trampa. Tiembla, pasea sin red en la cuerda floja y siente el vértigo de la caída donde la recojo levemente.
Beso sus ojos para que no me mire, para que no me lance encantamientos que me dejarían petrificado, pero no consigo controlar sus manos que me buscan de nuevo que me levantan el ánimo y que no abandonan su dulce presa.
Me pide nuevamente sentirme dentro de ella y reconozco en ella una maga del sexo que me excita hasta el paroxismo. El espejo me devuelve de nuevo una imagen de amante comprometido con el amor del galgo. El tiempo parece suspendido en el deseo hasta que exploto de nuevo, concentrado solo en mis sensaciones, ebrio de pasión.
Entonces ella me agradece que la haya llevado tan lejos y la haya vuelto a hacer gozar, sin pensar en el tiempo tirano.
¡Ahh, el tiempo! Veamos, veamos. El plazo ha pasado con creces, pero nos abrazamos para detenerlo.
- Si yo soy ese amante que te ha seducido, ahora solo querría tumbarme a tu lado, mirarte y acariciar tu piel.
-No encuentro las palabras, me dice. Solo sé sentirlas.
Una emoción nos atraviesa, antes de que pesadamente consiga ponerme la camisa, abrazarla, ponerme el pantalón, abrazarla, ponerme un zapato, abrazarla con todas mis fuerzas, ponerme el otro zapato , sentir que me debo quedar allí… y finalmente escuchar una llamada de un caballero que la espera:
-A ti no te gustaría que te hicieran esperar. ¿Verdad, amor?
- Mi niña, que el viento te sea suave y te lleve a una playa de paz. Y sobre todo (soy egoísta al fin) que te devuelva pronto cerca de mí.
La buena estrella:
Al salir, el policía que observaba mi coche sin ticket en zona azul no se atrevió a ponerme ninguna multa. ¿Para qué? El día había sido redondo y ni siquiera eso habría cambiado mi humor. Consciente de su poco poder, el policía desistió.
Entonces se levantó una ráfaga de viento que despejó todas mis preocupaciones y pensé que el huracán Angelina había pasado por mi geografía.
Accede a todas las experiencias de esta escort!