Laia Ramos. Tardé demasiado en conocerte
Total | Fecha | Ciudad | Belleza | Servicio | Media | Usuario | |
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15 | 10/2012 | Barcelona |
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Oliba |
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Iñaky |
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KKK |
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KKK |
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Invitado36 |
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Berto Soriano |
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eolo |
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eolo |
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robert.trujillo |
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Indibil |
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laconico |
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elbicho |
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Manhattan |
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maprats |
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elbicho |
3.084 veces |
Apartamento de la escort | 8 |
Duración | 180 minutos |
Precio | 500€ |
Pecho | Natural |
Fumadora | No |
Besos | Besa con lengua |
Francés | Sin |
Griego | No |
El tiempo es una implacable unidad de medida que se viste de victoria con la plata de mis canas, convirtiendo en vulgaridad al metal precioso de tanto que luce y domina!.
El tiempo se burla de la sonrisa sincera cavando surcos en las mejillas. Convierte la mirada, que otrora se creyó deslumbrar, en oscura sombra de pisadas de gallinas. Y atesora los recuerdos que miramos, y no podremos olvidar, en las bolsas de nuestros ojos.
El tiempo es un maldito tipo, que no quiere moverse cuando esperas la dicha y que escapa cuando disfrutas el momento. El maldito tiempo que eternizaba de sábado a viernes o de domingo a sábado. Ese mismo. Siempre el mismo.
Mil veces maldito
Y mil más si cabe maldito el tiempo que tardé en conocerte, Laia.
Y otras mil el que tardé en besarte
Y mil más todo el que perdí sin conocer tu cuerpo.
Pero que mona es esta criatura!. Dicen que en materia de gustos no hay nada escrito. Y sí lo hay no lo leo, porque, permitidme, que premie y crea sólo al mío, que es fino gusto de zorro plateado por el tiempo. Y al zorro plateado le encandilan las sonrisas que saben a besos y los besos que sonríen. Y al viejo raposo le atraen las miradas claras y francas que ciegan al mirarte. Y a esta alimaña que cerró su juventud y olvidó su infancia, le seducen los pechos de jovencita, sin artificio ni invención, los cuerpos de mujer muy joven, las caderas firmes, los vientres planos, las piernas fuertes y, cómo, no podía, faltar, al astuto bicho, le gustan los firmes, redondos, dulces y, en su justa medida, prominentes traseros.
Y, Laia, así te vi, así te degusté, así de lelo me dejaste. Labios, ojos, senos, vientre, piernas, caderas y… precioso culo…
El zorro, si lo fuera, debería ahora callar. Pero el silencio también cansa. Y la prudencia aburre. Y vencido por el placer, y riesgo, de contar, os cuento que, sí, que había perdido el tiempo. Que debería haber conocido a Laia mucho antes, cuando ya me hablaron, desde tanto parecido, de ella, pues no habrá almas gemelas, porque haber no hay almas, pero sí, cuerpos, sí, implicaciones, sí, alegrías que contagian, sí, besos, sí , sabores, sí, pieles y, sí, batallas y, sí, derrotas tan dulces.
Voló el maldito a tu lado. Sí, ése, el que parecerá inválido hasta que pueda volver a verte. ¡Como volaba el pajarraco!. Volaron sus concubinas las horas, volaron los bastardos de los minutos. Voló el sexo, que hubo y mucho, muchos, impropio, por inesperado e improbable, para el de las canas. Volaron caricias y mimos. Voló tu lengua, o lo parecía de tanto que me buscaba. Volaron risas, volaron anécdotas. Incluso volaron errores que, esos sí, alguno cometimos y compartimos… cómo almas gemelas.
Lo que no va a volar es ni tu sabor. Ni mi exhibición de que, en ese tiempo, entre tus brazos y tu aliento he sido feliz. Mucho.
Maldito, maldito, maldito tiempo el que tardé en conocer este encanto de criatura.
Encanto