EVA, el sol se rindió en Miramar
Total | Fecha | Ciudad | Belleza | Servicio | Media | Usuario | |
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1 | 06/2012 |
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Oliba |
2.754 veces |
Hotel | |
Duración | 360 minutos |
Precio | 800€ |
Pecho | Natural |
Fumadora | No lo sé |
Besos | Besa con lengua |
Francés | Sin |
Griego | No |
Nota previa: Mi cita con Eva fué en Barcelona, circunstancialmente. Pero su ámbito normal es Pontevedra. Por esó radico ahí la experiencia.
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Debe haber cosas tan poco subjetivas cómo lo es la apreciación de la belleza. Quizá lo sea sólo la propia dimensión que uno dé a sus culpas, el valor de los propios remordimientos, los recuerdos de infancia que no tengo, el placer por el olor de la tierra mojada… o situar una niña, mía, en el mismo centro del universo.
Debe haber pocas cosas tan indiscutibles cómo el que uno diga y crea, “es guapa porque sí, porque me gusta, porque me gusta su aspecto, porque me gusta cómo se muestra y cómo me parece. Porque me gusta cómo se comporta. Me gusta su voz y sus ademanes. Y de todo cuanto veo sólo encuentro poco parangón, y en mi vida, en mi medianamente larga y mil y muy pico veces salpicada vida, pocas comparaciones resistirían lo que me gustaste… a lo sumo una. Sí, tan distinta, pero tan parecida”.
Eva es guapa. O no. Es guapísima. Lo fue cuando subió a mi coche, elegante vestido blanco ceñido a un prometedor cuerpo de vértigo, chaquetita turquesa. Lo fue cuando se sacó las gafas y gozé de mi vernissage privada en sus ojos claros, de un intenso color ámbar. Lo fue cuando oí de nuevo el trino celta de su voz. Suave, bella voz.
Lo fue, especialmente bella, cuando le robé el primer beso en el viaje hacia la colina. Dicen que el primer beso nunca se olvida, ni donde te lo dieron, sea en un sofá rojo, ángulo de un bar discreto, o en la obligada parada de una luz roja. Fue un beso dulce. Repetido, cada vez más intenso. Fue un beso ladrón y el botín su carmín claro. Fue un trofeo en mi arcón de recuerdos. Un trofeo en lugar destacado.
Guapa, Eva, muy guapa, guapísima, en el almuerzo. Allí varios lo pasaron mal. El maitre que parecía aquejado de extraños reflejos y tics, pues no cesaba de echarme guiños cuando estaba a tu espalda. Hay quien sufre y se desequilibra viendo cosas bellas. El síndrome de Stendhal, mezclado con el deseo y mi segura expresión de: “Mírala, mírala, simpático cretino, que hoy es mía”
El otro que lo pasó mal fue el sol. Y de ahí el título. Anda que no sufrió el viejo disco en Miramar. Mucho girar todos en torno, menos en Roma, mucho abrasar a quien se acerque, pero el sol aquel Viernes, lo pasó fatal. Vergüenza pasó. Porque, guapa, guapísima, allí el centro eras tú, quien abrasaba era tu mirada y tu cuerpo (y todavía no podía saber cuánto). Quien fundía eran tus labios (y, sin ánimo de hacerme pesado, todavía no podía intuir cuánto).
Fascinante y guapa. Fascinante y muy guapa. Fascinante y guapísima. Pasaron tres horas, tres, amenizadas, que ni falta hacía, de algunas delicias de plato y copa, porque tu bastabas, Eva. Amena, divertida, locuaz en el punto justo. Un concierto para los sonidos interpretado por una dulce flauta con cuerpo de guitarra… Sí, tan distinta, lo que yo diga, pero tan parecida. Tanto…
Y comimos. Ñam Ñam Ñam….
Y empezaron mis urgencias, mi mediocre capacidad de disimular y contener manos y besos. Y ahora iba yo y ahora llegabas, y volvía el menda y venía la deseada, y me alzaba yo y tú me recibías, o regalabas a los otros tu caminar y yo te esperaba . Y así hasta tu amenaza de que ahora me iba enterar y que no podría volver ni por colina, ni por barrio, ni ganas, Eva, que tampoco quería yo volver donde no estuvieras.
Y aún no sabía lo que esperaba.
Eva es guapa, muy guapa. Desde cualquier óptica. Fascinante. Os habrá quedado claro, cómo a mi me lo quedó con poco, muy poco tiempo. Es integralmente guapa. Pero además es una amante sofisticada, cruelmente sensual, deliciosamente entregada. Te domina dulcemente, sin guerra ni lucha. Porque en un momento te sientes derrotado y rendido. Prisionero de sus artes. Y sus artes son muchas, variadas y su interpretación roza la excelencia.
Empieza el espectáculo
Sólo una iniciativa. Sólo un momento en que pude imponerme, Eva, perdona que me rebele y lo declare. Cuando levanté tu falda en la habitación. Me dejaste comprobar la simulada obediencia y no encontré ni objeción, ni nada. Lo acordado. Pero allí, en ese momento, acabó mi ataque. Allí terminé desnudo, tendido, velados mis ojos, atadas sin soga mis manos. Allí empezó el martirio de notarte en cuerpo, manos, labios y lengua, de notarte en cuerpo mío y hasta en alma mía, que noté bien que la buscaste. Notarte, notarte… largo tormento merecía mi atrevimiento, y seguro que reían las olvidadas en el cajón de la cómoda. Largo tormento que fue, y que más largo parecía. Hasta girarse y liberar mi mirada para ver el espectáculo de tus ojos fijos en mí mientras yo desaparecía en ti poco a poco, pulgada a pulgada, sueño a sueño. Y bajaban y subían tus ojos. Y la música se hizo chasquido….
A horas de placer y envidia sucedieron horas de más placer y la única envidia de mi mismo en un espejo. Horas largas, que alguna sabrá o recordará de mis gustos cuando me guasta y me gusto , y que no exagero. Horas largas hasta que acerté a cubrirte de mis sueños.
Eres peligrosa, Eva, altamente adictiva. Adictiva a ti, adictiva a esto. Sinceramente, sólo recordaba una situación parecida, distinta sí, tan distinta, pero tan parecida. Tanto…
Desde mi viejo mar azul de los milagros merecerá más de un viaje de iniciación al fin de lo conocido, a…Finisterrae.